sábado, 15 de marzo de 2014

Domingo segundo de Cuaresma


Lectura orante del Evangelio: Mateo 17,1-9
“Siempre da Su Majestad ciento por uno” (Santa Teresa, Carta 294,13).  
Se transfiguró delante de ellos y su rostro resplandecía como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Es una alegría para nosotros saber que Jesús está vivo y que camina con nosotros. Le interesamos, nos quiere. Está cerca, toma la iniciativa. El agua estancada que llevamos dentro la quiere cambiar en agua viva. Su presencia llega en el momento oportuno. Siempre es tiempo. Cuando Él quiere, cuando nosotros aceptamos su querer, nos saca de la noche confusa, en la que estamos sin entender tantas cosas, y nos acompaña al monte, a una fiesta de luz y de alegría. Con cada uno de nosotros utiliza caminos diferentes. Donde se nos ha metido el cansancio de los problemas cotidianos y el dolor de un mundo herido, donde se hace fuerte el sinsentido de la cruz y la desesperanza ante un futuro de vida para siempre, Jesús entra como luz y todo lo llena de claridades. , Jesús, nos iluminas porque eres Luz, nos amas porque eres Amor. Creemos en tu bondad. En la confianza en tu amor está nuestra fuerza.
 Señor, ¡qué hermoso es estar aquí! ¡Cómo hemos podido estar ciegos tanto tiempo! ¡Es la experiencia de la alegría, el gozo del encuentro! Jesús no engaña. Se rompen nuestros esquemas, nuestra mente entra en espacios más amplios. Sentimos la necesidad de reservar un tiempo y un espacio para Dios. Entramos en la alegría de creer. Oramos susurrando a Jesús nuestra nueva identidad. Tenemos ganas de gritársela a todos. Cuando viene Dios arrasa con todos los miedos, cuando Dios nos invade todo se nos llena de vida. ¡Qué bello es el encuentro con Él! La zarza ardiendo está delante de nuestros ojos. Nos descalzamos de todo temor ante Ti. ¡Qué hermoso es estar aquí, contigo, Señor! 
Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadle. Es hora de callar para oír el amor, de caer por tierra para que comience la nueva creación. Habla la voz del Padre, que es la voz de un amor infinito, de una bondad, de una entrañable ternura. Habla de Jesús, el Hijo amado; nos habla a nosotros. Llega el Inesperado con el más bello mensaje: Jesús, un amor que salta hasta la vida eterna. Si dejamos entrar en nuestro corazón a este Manantial esencial, una sobreabundancia de amor inunda nuestra vida. Abrimos los oídos para escucharte, Abbá querido. Abre Tú nuestra mente para entenderte y escuchar a Jesús.   
Jesús se acercó (a los discípulos) y tocándoles, les dijo: “Levantaos, no temáis”. Jesús se acerca y nos toca, nos abraza, nos levanta y anima. Hay que bajar del monte a la vida cotidiana. Pase lo que pase, Él seguirá a nuestro lado hasta el final. La muerte es una mentira. En un diálogo permanente con Jesús trabajaremos para que la vida invada toda muerte y los miedos desaparezcan. Nuestras raíces se han hecho más hondas, nos han nacido alas para volar y vivir al aire de Jesús. Sabemos que necesitaremos tiempo para abrir del todo los ojos a la Luz, pero Jesús, con infinita delicadeza, respetará nuestro ritmo, sin tratar de atropellarnos nos enseñará a dejarnos amar por el amor del Padre. La vida es demasiado bella para que la hagamos mezquina. La luz de la montaña nos enseña a mirar la vida con otros ojos. Llevamos dentro el recuerdo de la voz del Padre. Tú, Jesús, vienes con nosotros.

P. Pedro  Tomas Navajas. (OCD)


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