domingo, 9 de marzo de 2014

Domingo primero de Cuaresma


Lectura orante del Evangelio: Mateo 4,1-11

“Cada día me hace Dios mayores mercedes. Sea por todo bendito” (Santa Teresa, Carta 83,7).   
El tentador se le acercó y le dijo: “Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes”. La máquina de la seducción tiene una fuerza increíble, quiere paralizar la vida, esconder la ternura, dejar solos a los pobres. Llevamos dentro el germen del mal. Nuestros sentidos se sienten afectados, halagados, provocados. Y no vale esconder la cara y huir. La vida es combate. ¡Oh Señor, mira que somos frágiles! Revístenos de tu fortaleza.    
Jesús le contestó: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. No es lo mismo escuchar que ignorar la Palabra de Dios. Su boca no se calla en el silencio de la noche. Su Palabra creadora fortalece en las pruebas. Su fuerza y su mirada alientan en la tentación. Jesús desea que nos movamos al ritmo de la Palabra y comience la fiesta del Reino. La vida que infunde el Espíritu en los corazones se termina asomando y se convierte en una danza de servicio a los pobres. Cuando todo parece sombrío, Él abre caminos nuevos, insospechados. Si Tú estás con nosotros, nadie podrá quitarnos la alegría. 
Si eres Hijo de Dios, tírate abajo”. Nada es claro ni fácil en la vida. Las tentaciones vienen de todos los lados. ¿Cómo aprender a ser libres, para amar como Jesús? ¿Cómo elegir los caminos que llevan a la vida cuando los caminos que llevan a la muerte son tan atractivos? Ponemos los ojos en ti, Jesús. Dejamos sitio al Espíritu. Confiamos en la bondad del Padre. 
Jesús le dijo: “No tentarás al Señor, tu Dios”. Antes de formarnos en el seno materno, Dios ya nos conocía. Ahora y siempre está con nosotros, nos busca y nos espera. ¿Qué responderemos a esto? Con su roce nos toca y nos da su Espíritu, que no es de temor sino de fortaleza y amor. No quiere otra cosa que amarnos. En Él está nuestro bien. Dios es cercanía y encuentro. Él es mañana de esperanza, dador de sentido pleno a nuestro vivir. Sin Ti, Dios nuestro, no sabemos quiénes somos ni adónde vamos. Tú nunca nos fallas. Eres alegría.  
Todo esto te daré si te postras y me adoras”. No nos es fácil detectar e identificar las tentaciones para afrontarlas y no caer en ellas. Necesitamos la lucidez del Espíritu y la de los amigos del Espíritu para no caer en la infidelidad y seguir creyendo en los paisajes de Dios. Tú, Señor, despliegas en tus promesas una gratuidad amorosa. Nunca engañas.  
Le dijo Jesús: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto”. El Señor es el único, el único Dios de nuestra vida; nos invita a despojarnos de tantos ídolos y a adorarle a Él. El nos quita los miedos, nos llena de paz y nos consagra para la danza; de Él mana la vida. Necesita nuestra transparencia para asomarse en nosotros, nuestras manos para acariciar y llenar el mundo de ternura, nuestros pies para anunciar la alegría del Evangelio, nuestros ojos para querer y mirar bonito, nuestro corazón para vibrar al son de la gracia, nuestro cuerpo para danzar. En la adoración Él nos da la fuerza y la energía para ayudar a los que tienen débiles las rodillas, nos da ojos para regalárselos al que nunca ha mirado con belleza, nos da manos para unirlas al que las esconde para no dar, nos da corazón para ponerlo a latir junto al corazón calculador, nos da brazos para abrazar al que no se atreve a manifestar su amor, nos da cuerpo de danza para alentar lo que está sin vida. ¡Bendito y alabado seas, Señor!



 P. Pedro Tomas Navajas (OCD).

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