Lectura orante del Evangelio: Lucas 14,1.7-14
“Esta alegría de que se entiendan las virtudes de
las hermanas es gran cosa” (5M 3,11).
Cuando te conviden a una boda, vete a sentarte en
el último puesto’. Orar
es dejarnos enseñar por Jesús mientras vamos de camino. Cualquier momento es
bueno para sentarnos con Él y escuchar sus canciones de vida. Nos ofrece
alternativas, propuestas de libertad. Junto a Él oímos lenguajes desconocidos,
en los que se esconde un inmenso amor por nosotros: perder es ganar, sentarse
en el último puesto es optar por una nueva relación con todo. El hecho de ser
invitados por Jesús a la boda de la vida nos permite arriesgar con libertad en
el anonadamiento. Jesús, tú eres amigo
verdadero. Ayúdame a encontrar mi sitio
y el de todos. Gracias.
Para que cuando venga el que te convidó, te diga:
Amigo, sube más arriba’. Caminamos con Jesús, le miramos para aprender a ser lo que somos, más allá
de todo engaño enmascarado. En ser elegidos y amados está nuestra dignidad y
belleza. En aceptar nuestra pequeñez están nuestra grandeza y nuestra libertad;
ésa es nuestra verdad. Las glorias postizas nos desfiguran el rostro y humillan
a los demás, la gloria verdadera embellece y dignifica a los que están en las
orillas. Surge entonces humanidad nueva: Todos levantados por Jesús, todos creciendo
juntos (yo soy cuando tú eres), dando valor a todos, empezando por los que
están más abajo. Jesús, arriba o abajo,
pero siempre contigo, siempre con todos los pueblos de la tierra.
Todo el que se enaltece será humillado y el que se
humilla será enaltecido’. El egoísmo es mentira, el orgullo ocasiona sufrimiento a nosotros y a los
demás, la pretensión de tener la razón nos hace perder los perfumes más
hermosos de la vida. La humildad es otra cosa; es aceptación de lo que somos,
capacidad para apreciar a los demás, libertad frente a los halagos y las
críticas, silencio frente a tanta mentira, distanciamiento de la corrupción. La
humildad es andar en verdad; en ese terreno florece la oración, la amistad, el
diálogo, la tolerancia, el encuentro y el compromiso. Humildes no son los que
reprimen y esconden los dones, ni los que se inventan virtudes; humildes son
los que con mirada lúcida se atreven a reconocer la grandeza de los que están
abajo. Jesús, solo tú sabes mirar mi
corazón.
Cuando des un banquete invita a pobres, lisiados,
cojos y ciegos: dichoso tú porque no pueden pagarte, te pagarán cuando
resuciten los justos’. Esto
suena a audacia del Espíritu, a fiesta de la gratuidad. Esto es entrar en la
dinámica del Reino. ¡Cómo revoluciona Jesús nuestros esquemas! Fascina o
escandaliza. Al amar tanto la vida, dice y hace cosas como éstas. Así muestra
al Padre, así desvela lo que somos. Lo hace con una bienaventuranza
desbordante, ‘dichosos’, porque el gozo compartido con los últimos es nuestra
verdadera identidad, lo más nuestro. La humildad se asoma en la generosidad
gratuita. La fe en ti, Jesús, me hace
moverme en esa dirección.
P. Pedro Tomas Navajas, (OCD)
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