domingo, 25 de agosto de 2013

Domingo vigésimo primero del tiempo ordinario

Lectura orante del Evangelio: Lucas 13,22-30
“Esta es la verdadera unión con su voluntad, y que si vieres loar mucho a una persona te alegres más mucho que si te loasen a ti” (5M 3,11).
¿Serán pocos los que se salven?’ Orar es aprender a vivir, caminando con Jesús y con muchos hermanos y hermanas. Porque no lo sabemos todo y preguntamos sin mucho sentido. Con esta humildad tan verdadera, unida a la profunda inquietud que nos recorre por dentro, hacemos el camino hacia el Padre. Con una certeza: El Padre quiere que todos sus hijos se salven. Mi salvación está en tus manos, Señor.
Esforzaos a entrar por la puerta estrecha’. Jesús nos enseña. La salvación no es un tema de curiosidad sino de compromiso. Hay una puerta ancha y una puerta estrecha. Dios es puerta siempre abierta, pero nuestra mentalidad se resiste a entrar por la novedad de salvación que ofrece Jesús. En ese sentido la oferta es exigente. Al yo le duele morir a sus apegos y mientras no muera no podrá despertar a la verdad de lo que ya somos por gracia: amados hasta la locura por el Dios que solo sabe amar. Espíritu, ayúdame a cruzar a la otra orilla, que mis vientos son contrarios. 
Señor, ábrenos’. Jesús nos abre los ojos con una parábola de contraste. No son nuestros pretendidos derechos los que nos abrirán la puerta. La puerta ya está abierta si nos ponemos en verdad ante nosotros, ante Dios, ante los demás; sin otra pretensión que la de ser amados y de amar. Aquí, y no en nuestras obras ni en nuestras pretensiones de que vean nuestra perfección, está nuestra seguridad. Tú, Jesús, eres la puerta abierta de mi vida. Bendito y alabado seas.  
No sé quiénes sois’. ¿Palabra duras? No, palabras verdaderas, que denuncian la esterilidad de muchos planteamientos religiosos. Oportunidad para una opción valiente, para un canto y una danza también en los tiempos difíciles. Invitación a comenzar de nuevo, más allá de la identidad legalista. Propuesta para la justicia, no tener nada y darlo todo. Frutos de amor y no etiquetas que solo sirven para adornar el yo. Estar junto a Jesús Abrazado/a a tu mirada, dime quién soy, Señor.
Vendrán de Oriente y Occidente, del Norte y del Sur y se sentarán a la mesa en el Reino de Dios’. La novedad es una salvación compartida, recibida por todos como una gracia. Todos aprendiendo de todos, sin envidias ni privilegios, perdiéndonos por los demás. Lectores humildes de los signos de los tiempos. Sin más derechos que la alegría y el servicio, la compasión y la integración. Camino de comunión, con relaciones abiertas, gratuitas. Nueva humanidad, donde Dios es de todos y no hay fronteras. Gozo de los pueblos, compartido en la mesa del Señor. Fieles de verdad a Jesús, haciendo viva su memoria. Así cruzamos la puerta estrecha para ver el amanecer de Dios sobre el mundo. Gracias, Jesús. Gracias por tu amor.  



P. Pedro Tomas Navajas, (OCD)

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