Lectura orante del Evangelio: Lucas 14,25-33
“Si ella está mucho con Él, poco se debe de
acordar de sí”
(7M 4,6).
Mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les
dijo. Muchos seguimos a
Jesús.
¿Cómo lo seguimos? ¿Con un seguimiento indeciso, precario, del ‘sí, pero no’? Jesús se vuelve, propone a cada uno/a un camino de libertad y radicalidad, hace una oferta ambiciosa de vida, de alegría y plenitud. No nos es fácil entenderle, porque su propuesta desborda nuestros esquemas mentales. Con la confianza que da el Espíritu aceptamos el cara a cara con Jesús, nos quedamos a solas con sus palabras. Puede ser la hora del despertar, de escuchar una llamada a entrar en la fascinante aventura del Reino, de optar por seguirle. Todo es posible. Sé tú, Jesús, quien oriente mi corazón.
¿Cómo lo seguimos? ¿Con un seguimiento indeciso, precario, del ‘sí, pero no’? Jesús se vuelve, propone a cada uno/a un camino de libertad y radicalidad, hace una oferta ambiciosa de vida, de alegría y plenitud. No nos es fácil entenderle, porque su propuesta desborda nuestros esquemas mentales. Con la confianza que da el Espíritu aceptamos el cara a cara con Jesús, nos quedamos a solas con sus palabras. Puede ser la hora del despertar, de escuchar una llamada a entrar en la fascinante aventura del Reino, de optar por seguirle. Todo es posible. Sé tú, Jesús, quien oriente mi corazón.
Si alguno se viene conmigo y no pospone a sí
mismo, no puede ser discípulo mío’. Es mejor callar de momento, es mejor que las palabras de Jesús golpeen
nuestra piedra y desenmascaren la cultura de la mentira y de la mediocridad. Es
mejor estar ante quien se ha jugado la vida y nos comparte, como un testigo
apasionado, la verdad del Reino. Es mejor estar así, en silencio, hasta que
entendamos mejor a Jesús y nos brote una disponibilidad mayor. Es mejor caminar
con quien tiene el coraje de hablarnos a contracorriente. Cuando los valores
más entrañables se colocan en un segundo plano es que estamos ante un valor
excepcional, vital para toda persona. Lo que dice Jesús no es anti humano, al
revés. Más allá de nuestro modo de vivir, por muy correcto que parezca, hay más
vida. Podemos elegir la vida. Al descubrir el gozo de caminar al aire de Jesús,
todo lo demás, incluso uno/a mismo/a, adquiere su justo valor. Jesús, abro los ojos a tu verdad. Gracias
por invitarme a caminar contigo.
Quien no lleve su cruz detrás de mí, no puede ser
discípulo mío’. El
seguimiento de Jesús no es un salto en el vacío, aunque sí pide afrontar y
llevar la cruz. Seguir a Jesús es una sabia elección de lo que es mejor para
nosotros y para los demás. Solo si descubrimos la perla preciosa de Jesús,
podemos vender lo demás y pasar por todo, también por la cruz, antes de perder
un tesoro tan fascinante. La cruz nace de la decisión de vivir la fe con
radicalidad, no proviene del rigorismo. La radicalidad nace en el corazón y se
conjuga con la suavidad y el humanismo más solidario. El rigorismo viene de
fuera, se impone por la fuerza, destroza vidas. La cruz de Jesús es luminosa,
siempre liberadora. Jesús, llevaré mi
cruz junto a Ti.
El que no renuncia a todos sus bienes, no puede
ser discípulo mío’. Jesús
nos ofrece ser señores de todo, como lo es Él -‘todo es para mí’-. Siguiendo a
Jesús, renunciamos a poner los bienes en el corazón porque hemos descubierto un
bien mejor. Más que en la renuncia, el acento está en la plenitud y en la
alegría. Renunciamos a las bombas, que proporcionan falsas seguridades, para
que haya pan y paz en abundancia para los pobres y pequeños de la tierra. Jesús, tú eres mi plenitud.
P. Pedro Tomas Navajas, (OCD)
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