domingo, 7 de julio de 2013

Domingo décimo cuarto del tiempo ordinario

Lectura orante del Evangelio: Lucas 10,1-12.17-20
“Se querría meter en mitad del mundo, por ver si pudiese ser parte para que un alma alabase más a Dios… Ha gran envidia a los que tienen libertad para dar voces, publicando quién es este gran Dios” (6M 6,3).
Designó el Señor otros setenta y dos, y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos adonde pensaba ir él. Jesús pone a los orantes de cara al mundo, para que nada humano les sea ajeno. Jesús los empuja a salir a las periferias, adonde piensa ir Él. Los quiere itinerantes para extender el Reino, nómadas del Evangelio, discípulos y  misioneros. Todas las gentes tienen derecho a saber que Dios les ama. La oración siempre es plataforma de envío para dar luz a las sombras. Aquí estoy, Señor.
Rogad al dueño de la mies que mande obreros a su mies. Hay mucha sed de Dios en el mundo, mucha hambre de luz, mucha necesidad de alegría. El Evangelio es para todos y necesitan oírlo todas las gentes. Pero hay pocos que hagan del Reino su pasión y su vida. La oración es indispensable para escuchar la llamada a la misión y encontrar en nosotros profundidades mayores que buscan cauce. La oración es necesaria para dialogar con el que nos envía. Manda obreros a tu mies, Señor.
Cuando entréis en una casa, decid primero: ‘Paz a esta casa’. ¿Cómo ser misioneros? ¿Cómo ir al mundo en nombre de Jesús? Jesús propone un programa de vida: ser cercanos a la gente; llevar el perfume de la gratuidad, sin exigir nunca un precio por anunciar el Reino; ir ligeros de equipaje, con el mensaje en vasos de pobreza; besar las heridas de las gentes; llevar la cruz, porque el mensaje no va a gustar a todos; anunciar la paz; no tener más fuerza que la Palabra, más poder que el testimonio. Así se abre camino el Evangelio. Guía, Señor, mis pasos por el camino de la paz. 
Decid: ‘Está cerca de vosotros el Reino de Dios’. Para anunciar el Evangelio, no hacen falta grandes discursos, que la gente no entiende. No son necesarias palabras de condena, si soflamas que aturden. Pocas palabras, respaldadas por una vida coherente. Lo único que un ser humano debe saber es que Dios le ama. Lo que tienen que saber los pobres, los enfermos, los necesitados de liberación, es que Dios está cerca. Basta con esto. El Evangelio, proclamado con sencillez y con valentía, tiene dentro de sí la fuerza de salvación. Tú, Señor, siempre estás cerca, siempre amas. Gracias.   
‘Estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo’. Los misioneros vuelven alegres por haber anunciado la alegría de la fe. Traen una chispa de alegría en el rostro, a pesar de los riesgos corridos. Han visto la liberación de muchos. Ahora, el encuentro con Jesús les aumenta la alegría: ven su nombre en los cielos nuevos y se ilumina su futuro. Jesús, pones  mi nombre en tu corazón, y sé que soy amado/a.

P.Pedro Tomas Navajas, (OCD)

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