Lectura orante del Evangelio: Lucas 9,51-62
“Dios, no está deseando otra cosa sino tener a
quien dar” (6M 4,12).
Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado
al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Miramos a Jesús en un momento clave de su vida,
metido de lleno en nuestra historia, y, a la vez, en camino hacia el proyecto
del Padre; muy encarnado en nuestra tierra y, a la vez, muy del cielo; muy
libre para dar vida. Estamos con Jesús, eso es orar, para captar lo esencial de
esto que llamamos vida. Su decisión nos desafía a tomar opciones que van más
allá de nuestras cortas expectativas. Con Jesús, delante, nos disponemos a
vivir la libertad como entrega de amor y a estrenar el Evangelio como una
alternativa esperanzadora. Enséñame,
Jesús, a caminar con lucidez y valentía, a amarte amando la tierra.
‘¿Quieres que mandemos bajar fuego del cielo que
acabe con ellos?’ Él se volvió y les regañó. ¿Autenticidad? Toda. ¿Rechazo a quienes no siguen
nuestra manera de pensar y obrar? Ninguno. ¿Llama de amor viva? En plenitud.
¿Fuego de venganza y fanatismo destructivo? Nada de eso. El evangelio de Jesús
no se anuncia con agresividad, se vive con gozo; la opción de creer en Jesús no
es imposición, es propuesta de vida plena. La confianza en Dios limpia la
mirada del corazón y ayuda a caminar con alegría y libertad. Gracias, Jesús. Tu propuesta es fruto de
amor.
Mientras iban de camino, le dijo uno: ‘Te seguiré
adonde vayas’. Aunque en
muchas casas y ambientes no se le deja entrar, Jesús sigue provocando
seguidores en el camino. Nosotros lo somos. ¿Basta con esto? No. Queda
desaprender maneras de seguirle a medias, sin compromiso claro ni coherencia, y
aprender a ir con Él sin miedo a que nos lleve por caminos nuevos y nos meta en
la lógica del amor. ¿Por qué, Jesús,
quiero seguirte y a la vez te tengo miedo? Dame tu Espíritu.
‘Las zorras tienen madriguera y los pájaros nido,
pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza’. Jesús no engaña; Él es la referencia en el
seguimiento. El Reino vale más que la vida. Hay una novedad en el evangelio de
Jesús que está más allá de la propia comodidad, de las normas, de los apegos.
No se pueden compaginar ambas cosas. No es cuestión de renunciar, cuanto de
elegir al que es lo mejor. ¡Qué alegría
tenerte cerca, Jesús! ¡Qué alegría la tuya, al darme lo que a ti te hace vivir!
El que echa mano al arado y sigue mirando atrás,
no vale para el Reino de Dios. Las constantes miradas hacia atrás ralentizan el camino e impiden vivir de
verdad. El seguimiento auténtico de Jesús rompe con lo anterior y nos abre a un
horizonte nuevo. Si el corazón está lleno de otras cosas, no puede beber de la Fuente
que mana. Jesús, tú eres el sentido de mi
vida, mi alegría, mi plenitud, mi todo.
P.Pedro Tomas Navajas, (OCD)
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