sábado, 29 de junio de 2013

Domingo décimo tercero del tiempo ordinario



Lectura orante del Evangelio: Lucas 9,51-62
“Dios, no está deseando otra cosa sino tener a quien dar” (6M 4,12).
Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Miramos a Jesús en un momento clave de su vida, metido de lleno en nuestra historia, y, a la vez, en camino hacia el proyecto del Padre; muy encarnado en nuestra tierra y, a la vez, muy del cielo; muy libre para dar vida. Estamos con Jesús, eso es orar, para captar lo esencial de esto que llamamos vida. Su decisión nos desafía a tomar opciones que van más allá de nuestras cortas expectativas. Con Jesús, delante, nos disponemos a vivir la libertad como entrega de amor y a estrenar el Evangelio como una alternativa esperanzadora. Enséñame, Jesús, a caminar con lucidez y valentía, a amarte amando la tierra. 
‘¿Quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?’ Él se volvió y les regañó. ¿Autenticidad? Toda. ¿Rechazo a quienes no siguen nuestra manera de pensar y obrar? Ninguno. ¿Llama de amor viva? En plenitud. ¿Fuego de venganza y fanatismo destructivo? Nada de eso. El evangelio de Jesús no se anuncia con agresividad, se vive con gozo; la opción de creer en Jesús no es imposición, es propuesta de vida plena. La confianza en Dios limpia la mirada del corazón y ayuda a caminar con alegría y libertad. Gracias, Jesús. Tu propuesta es fruto de amor.
Mientras iban de camino, le dijo uno: ‘Te seguiré adonde vayas’. Aunque en muchas casas y ambientes no se le deja entrar, Jesús sigue provocando seguidores en el camino. Nosotros lo somos. ¿Basta con esto? No. Queda desaprender maneras de seguirle a medias, sin compromiso claro ni coherencia, y aprender a ir con Él sin miedo a que nos lleve por caminos nuevos y nos meta en la lógica del amor. ¿Por qué, Jesús, quiero seguirte y a la vez te tengo miedo? Dame tu Espíritu.  
‘Las zorras tienen madriguera y los pájaros nido, pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza’. Jesús no engaña; Él es la referencia en el seguimiento. El Reino vale más que la vida. Hay una novedad en el evangelio de Jesús que está más allá de la propia comodidad, de las normas, de los apegos. No se pueden compaginar ambas cosas. No es cuestión de renunciar, cuanto de elegir al que es lo mejor. ¡Qué alegría tenerte cerca, Jesús! ¡Qué alegría la tuya, al darme lo que a ti te hace vivir!
El que echa mano al arado y sigue mirando atrás, no vale para el Reino de Dios. Las constantes miradas hacia atrás ralentizan el camino e impiden vivir de verdad. El seguimiento auténtico de Jesús rompe con lo anterior y nos abre a un horizonte nuevo. Si el corazón está lleno de otras cosas, no puede beber de la Fuente que mana. Jesús, tú eres el sentido de mi vida, mi alegría, mi plenitud, mi todo.
                                                                             
P.Pedro Tomas Navajas, (OCD)




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