Lectura orante del
Evangelio: Lucas 10,25-37
“Si el alma está mucho
con el Señor, poco se debe acordar de sí; toda la memoria se le va en cómo
contentarle y en qué o por dónde mostrará el amor que le tiene” (7M 4,6).
‘¿Qué tengo que hacer
para heredar la vida eterna? ’Nos ponemos al aire de Jesús, sacamos del corazón las
preguntas, nos abrimos a la vida en plenitud sin miedos paralizantes, estamos
dispuestos a escuchar la respuesta de Jesús aunque nos descoloque, entramos en
relación con todo, oramos. Vuelvo a ti,
Jesús, mi mirada. Me fío de ti. Tú eres la mejor garantía de verdad para mi
vida.
‘Amarás al Señor con
todo tu corazón y al prójimo como a ti mismo’. La respuesta de Jesús
viene enseguida. La vida plena es cuestión de amor. Solo el amor es digno de
fe. Esa es la verdad más honda, la que Dios, al mirarnos, ha dejado dibujada en
nuestro corazón. Amar es lo más nuestro, nuestra verdad más verdadera. Y lo que
Dios ha unido, amar a Dios y al prójimo, que no lo separe nuestro yo egoísta.
Amar a Dios en el corazón del prójimo, amar al prójimo con el corazón de Dios. Tú, Dios mío y vosotros, mis prójimos,
unidos en mí en una misma experiencia de amor.
‘Un hombre… cayó en
manos de unos bandidos… dejándolo medio muerto’. Jesús nos saca a la
calle, donde están las víctimas. Descentra la mirada del yo, para que miremos a
los heridos del camino; eso es mirar a Jesús, eso es orar. Siempre habrá cerca
algún apaleado, que nos descubrirá la verdad o mentira de nuestra fe; no hay
mejor crisol para probarnos. Dame, Jesús,
ojos para ver, corazón para amar.
‘Un sacerdote bajaba
por aquel camino, dio un rodeo y pasó de largo’. Nunca es verdadera una
vida si vive en paralelo, con una oración que no toca las heridas ni cura las
dolencias. Pasar de largo ante un herido es pasar de largo ante Dios y ante la
propia dignidad, así de fuerte o así de fascinante, según se mire. Sin prójimo,
no hay Dios que valga. Señor, que mi
oración nunca sea un rodeo.
‘Pero un samaritano al
verlo se le acercó y lo cuidó’. La provocación de Jesús: Dios es amor
compasivo; el rostro misericordioso de Dios lo manifiesta el que es peor visto; el corazón ve mejor que la doctrina;
la misericordia está por encima del culto; los samaritanos son la esperanza. Enséñame, Jesús, a ser samaritano.
‘Anda y haz tú lo
mismo’. O ‘haced lo que Él os diga’, que es la propuesta de María, la Madre del
Carmelo. Para ofrecer luz al que está a oscuras y transmitir verdad por los
caminos. Sin esto, el amor es imposible. Ser prójimo del necesitado es la
alegría de la oración, es el anuncio del Evangelio, es la esperanza del mundo. Bendito seas, Jesús, por tas personas
buenas. Aviva en mí el deseo de seguir tus pasos.
P.Pedro Tomas Navajas ,(OCD)
No hay comentarios:
Publicar un comentario