domingo, 24 de febrero de 2013

Domingo segundo de cuaresma



Lectura orante del Evangelio: Lucas 9,28-36


“Este amor (a Jesús) no ha de ser fabricado en nuestra imaginación, sino probado por obras” (3 Moradas 1,7).
Jesús se llevó a Pedro, a Juan y a Santiago a lo alto de una montaña, para orar. Al mar adentro, al desierto, a la montaña, a la otra orilla… ¡de retiro orante con Jesús! La oración ha sido siempre para Él algo muy especial como encuentro con el Abba; ha discernido sobre su vida, ha vivido el amor, ha encontrado fortaleza para la misión. Ahora nos lleva a nosotros, nos saca fuera para ver mejor. Necesitamos estar con Jesús para encarar la vida, ahondar la fe, saber quién es Él y quiénes somos nosotros. Llévame, Jesús, contigo. Dime quién eres para saber quién soy.   
Mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos. La oración de Jesús es una alegría, un milagro de luz, un diálogo de amor, una experiencia. En Jesús se hace visible el corazón del Padre, su energía de vida, su perdón más allá de los límites, su amor loco por nosotros. Ahí nos quiere meter Jesús: en su misterio de Hijo que ora al Padre. Pero nosotros, ciegos para tanta luz, sordos para tales llamadas, no entendemos y nos dormimos; nos suele pasar. Me invitas a orar en Ti. Envíame tu Espíritu para que me enseñe.
Dos hombres conversaban con él… hablaban de su muerte. Jesús habla con Moisés y Elías, dos que conocen lo que es orar; han subido muchas veces al monte buscándose en Dios, saben de Dios, saben de la fe comprometida. Para Jesús son una presencia alentadora, siempre necesaria. Hablan del éxodo de Jesús, de su camino hacia la muerte por amor. Orar es mucho más que palabras bonitas, es vida, es obediencia al proyecto del Padre, es amor entregado; orar es ir con Jesús, meternos en Él. Ayúdame a entender, Jesús, que soy más amigo de contentos que de cruz.
Dijo Pedro a Jesús: ‘Maestro, qué hermoso es estar aquí’. A veces en la oración percibimos algo del misterio de Jesús. Se está bien a su lado. Nos gusta la luz. Quisiéramos atrapar esos momentos, instalar las tiendas, quedarnos. Todo está bien, pero se nos puede quedar fuera lo más importante: Jesús en camino hacia la cruz para dar vida, entrar más adentro en la espesura del amor. Definitivamente, nos cuesta entender y vivir la fe. ¿Qué puedo hacer por ti, Señor Jesús, que tanto haces por mí?
Una voz desde la nube decía: ‘Este es mi Hijo, el escogido, escuchadle’. Jesús es mucho más de lo que hace, lleva un misterio dentro. El Padre nos invita a descubrirlo, mirando a Jesús, escuchándolo, estando con Él, dejándonos amar por Él. Jesús, tú eres lo más importante. Quiero pasar mi vida escuchándote. 
Ellos guardaron silencio. Silencio, con la voz dentro. Silencio, con las palabras llegando al corazón. Silencio transfigurado que se asoma en un compromiso hacia todos los desfigurados. Silencio, junto a Jesús, que se pone en camino para entregar su vida por amor. Oye, Jesús, mi callado amor, el que se prueba en las obras. 

P. Pedro Tomas Navajas,(OCD).

No hay comentarios:

Publicar un comentario