“Pruébanos, tú,
Señor, que sabes las verdades, para que nos conozcamos” (3M 1,9).
Jesús, lleno del
Espíritu Santo. Caminantes por la vida al aire del Espíritu, eso son los
orantes. Pisan las huellas de Jesús, entran con Él en el desierto empujados por
el Espíritu. Hacen silencio, palpan la pobreza, se atreven con la verdad, van
más allá de las seguridades, para buscar lo esencial de la vida y encontrar la
fuente del amor. Dejan lugar al Espíritu, se dejan llevar por Él. Oran. Creen.
Aman. Gracias, Espíritu.
Era tentado por el
diablo. Los orantes, al igual que Jesús, son empujados por el
Espíritu al desierto, donde experimentan la tentación del enemigo. La falta de
agua para la sed, la ausencia de palabras amigas que rompan la soledad, la
desprotección y la falta de apoyo para los pies, amenazan con desviarlos de la
fe y romper la comunión con Dios. Cuando todo parece amenazado, aparece la
Palabra creadora, que vence la nada y crea el ser. Las pruebas aquilatan la
fidelidad. En la oscuridad nace la luz de Jesús, en el desierto Dios habla al
corazón, en la tentación el Espíritu humaniza la vida. Padre, no me dejes caer en la tentación, líbrame del malo.
‘Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que
se convierta en pan’. Jugar con Dios, utilizarle para los propios intereses,
eso es la tentación. No aceptar la verdad de lo que somos, pretender grandezas
que nos superan, eso es la tentación. ¿Y la fe? La fe es la apertura al don de
Dios, la confianza en Él, la vida que nace del encuentro con la verdad que sale
de su boca, el pan que se convierte en pan nuestro, pan de todos. El hecho de confiar en ti, Jesús, y de
seguirte, es lo mejor que me ha podido pasar.
‘Si tú te arrodillas
delante de mí, todo será tuyo’. Poder del mundo frente al poder de la
cruz. Esclavitud y libertad, cara a cara. Totalidad que se nos escapa de las
manos o plenitud de Dios que nos sostiene. ¿Quién nos habita en los adentros?
¿A quién adora el corazón? Al tocar la vida encontradas en la Palabra, al
regresar, humildes y sinceros, a las fuentes de la fe, entregamos al Señor
nuestro amor. La soledad se hace sonora, el silencio se hace música callada, adoramos
al Señor nuestro Dios. Yo te alabo y te
bendigo, Tú eres mi Señor. Yo te alabo y te bendigo, canto para Ti.
‘Si eres Hijo
de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: Encargará a los ángeles que
cuiden de ti’. ¿Qué pasa cuando la tentación nos lleva a tentar a
Dios? ¿Qué pasa cuando al tener una fe clara se lo llama fundamentalismo y al
relativismo se le aplaude como una salvación? ¿Qué pasa cuando Jesús confía en
Dios desde la cruz? Jesús triunfa definitivamente sobre el mal, sobre todos los
engaños. La fe, don y tarea, que nos hace personas libres en la fidelidad a
dios. La fe, luz y oscuridad, que deja ver que Dios no es un objeto, que es
nuestro todo. La fe, grandeza en nuestra pequeñez, que nos ayuda a discernir
las huellas de Dios, a veces insospechadas, escondidas en la arena. Gracias, Espíritu, por decir en mí: Amén
P. Pedro Tomas Navajas, ( OCD)
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