domingo, 10 de febrero de 2013

Domingo quinto del tiempo ordinario




Lectura orante del Evangelio: Lucas 5,1-11
“Tiene en tanto este Señor nuestro que le queramos y procuremos su compañía, que una vez u otra no nos deja de llamar para que le queramos y procuremos su compañía” (2 Moradas 2).
‘Rema mar adentro y echad las redes para pescar’. Jesús invita a tener un encuentro orante con Él. Llama desde el mar a los que están en la orilla, para que entren y gocen de su luz. Su propuesta de amor es para todos. No le importa nuestra pequeñez ni nuestra vulnerabilidad. Su palabra, que es un desafío a ir más allá de lo que hacemos y vivimos, merece confianza. Solo queda ir sin miedo a su encuentro. Jesús, tú haces posible lo que me parece imposible.
‘Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes’. Legítima excusa por nuestra parte. ¿Qué sentido tiene ir a su encuentro desde el fracaso? Al ver la desproporción entre la propuesta de Jesús y nuestra nada, preferiríamos quedarnos en la orilla. ¡Tantas veces hemos probado lo que dan de sí nuestras fuerzas! Pero cuando todo parecía terminar, comienza el camino de la fe, que nos invita a salir de nuestros límites. La palabra de Jesús es más fuerte que todas nuestras razones. Una luz ha roto nuestra noche, una valentía ha alejado los miedos. Voy a ti, Jesús, con tu Espíritu, es su fuerza quien me lleva.
Hicieron una redada de peces tan grande, que reventaba la red. La generosidad de Jesús es desbordante. Nunca defrauda, solo aguarda nuestra fe en camino para mostrarnos su derroche de amor. Su plenitud revienta nuestros esquemas. Nuestro cirio, tan gastado, se llena de luz. Su grandeza no avasalla nuestra libertad, nos lleva al
asombro. 
Salgo a buscarte con mi fe, y Tú, Jesús, vienes a mi encuentro con tu amor.
Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús, diciendo: ‘Apártate de mí, Señor, que soy un pecador’. La presencia salvadora de Jesús deja al descubierto nuestro pecado. ¿Qué hacer? ¡Somos tan distintos a Él! Ante la incomodidad que sentimos, nos dan ganas de huir y de escapar de su presencia. No somos dignos. Pero Jesús no ha venido a alejar sino a acercar y llamar a los perdidos. La santidad del Padre, que Él anuncia, es el colmo de la bondad y la ternura. Gratuitamente, nos abre su pecho y nos abraza. Dios es así. ¿Cómo puede el bien hacernos mal? Jesús, cuanto más te conozco, más te amo. Tu presencia aleja mis miedos. Confío en ti.
Jesús dijo a Simón: ‘No temas: desde ahora, serás pescador de hombres’. A nuestro asombro le sigue la llamada de Jesús a colaborar en su Reino. El estar con Él nos ha hecho nuevos, hermanos. Su poder nos da la fuerza para ser misioneros de su libertad, perdonadores de los pecados que destrozan la vida y ahuyentan la alegría. Jesús nos envía, como cirios de luz en la vida cotidiana, a crear una nueva humanidad. Nosotros, ponemos sus pies en sus pisadas, vamos con Él. Te doy gracias, Jesús; sin ti, mi vida no sería lo que es. ¡Qué grande eres! ¡Qué amigo!.  

P. Pedro Tomas Navajas,( OCD)

No hay comentarios:

Publicar un comentario