Lectura orante del
Evangelio: Lucas 5,1-11
“Tiene en tanto este
Señor nuestro que le queramos y procuremos su compañía, que una vez u otra no
nos deja de llamar para que le queramos y procuremos su compañía” (2 Moradas
2).
‘Rema mar adentro y
echad las redes para pescar’. Jesús invita a tener un encuentro orante con Él. Llama
desde el mar a los que están en la orilla, para que entren y gocen de su luz.
Su propuesta de amor es para todos. No le importa nuestra pequeñez ni nuestra
vulnerabilidad. Su palabra, que es un desafío a ir más allá de lo que hacemos y
vivimos, merece confianza. Solo queda ir sin miedo a su encuentro. Jesús, tú haces posible lo que me parece
imposible.
‘Maestro, nos hemos
pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré
las redes’. Legítima excusa por nuestra parte. ¿Qué sentido tiene ir
a su encuentro desde el fracaso? Al ver la desproporción entre la propuesta de
Jesús y nuestra nada, preferiríamos quedarnos en la orilla. ¡Tantas veces hemos
probado lo que dan de sí nuestras fuerzas! Pero cuando todo parecía terminar,
comienza el camino de la fe, que nos invita a salir de nuestros límites. La
palabra de Jesús es más fuerte que todas nuestras razones. Una luz ha roto
nuestra noche, una valentía ha alejado los miedos. Voy a ti, Jesús, con tu Espíritu, es su fuerza quien me lleva.
Hicieron una redada de
peces tan grande, que reventaba la red. La generosidad de
Jesús es desbordante. Nunca defrauda, solo aguarda nuestra fe en camino para
mostrarnos su derroche de amor. Su plenitud revienta nuestros esquemas. Nuestro
cirio, tan gastado, se llena de luz. Su grandeza no avasalla nuestra libertad,
nos lleva al
asombro.
Salgo a buscarte
con mi fe, y Tú, Jesús, vienes a mi encuentro con tu amor.
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Jesús dijo a Simón:
‘No temas: desde ahora, serás pescador de hombres’. A nuestro asombro le
sigue la llamada de Jesús a colaborar en su Reino. El estar con Él nos ha hecho
nuevos, hermanos. Su poder nos da la fuerza para ser misioneros de su libertad,
perdonadores de los pecados que destrozan la vida y ahuyentan la alegría. Jesús
nos envía, como cirios de luz en la vida cotidiana, a crear una nueva
humanidad. Nosotros, ponemos sus pies en sus pisadas, vamos con Él. Te doy gracias, Jesús; sin ti, mi vida no
sería lo que es. ¡Qué grande eres! ¡Qué amigo!.
P. Pedro Tomas Navajas,( OCD)
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