Lectura orante del
Evangelio: Mateo 2,1-12
“Ya tendréis oído muchas
veces que se desposa Dios con las almas espiritualmente. ¡Bendita sea su
misericordia que tanto se quiere humillar!” (4Moradas 4,3).
Se pusieron en camino, y
de pronto la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino
a pararse encima de donde estaba el niño. Oramos buscando,
saliendo, como los Magos. Esta inquietud profunda, esta búsqueda de verdad y de
sentido, iguala a toda la humanidad en una peregrinación apasionante. Pequeñas
luces nos despiertan de la indiferencia y nos ponen en camino hacia el misterio
que se esconde en todo. Los grandes deseos son antesala de encuentro. Somos
nómadas de la fe, sin miedos que paralizan. Dame
tu luz, Jesús. Necesito llegar al centro de mi vida y de mis búsquedas.
Al ver la estrella, se
llenaron de inmensa alegría. Oramos mirando las señales que Dios deja en el mundo. Nuestra búsqueda se
ve sorprendida por la búsqueda de Dios, una búsqueda sorprendente, gratuita,
increíble. Dios quiere revelarse, no deja en feo nuestra pasión por
encontrarle, al revés, la desborda. Al descubrir que somos buscados y amados,
nuestro corazón se llena de una inmensa alegría, como les pasó a los Magos;
caen los prejuicios y se nos ensancha la vida. Jesús, camino buscándote hasta que te encuentre en todo, hasta que me
sienta encontrado/a por Ti
Entraron en la casa,
vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron. Oramos adorando a Jesús,
hecho niño, el que tenía que venir, el esperado por todos los pueblos. ¡Qué
insondables son los juicios de Dios y qué irrastreables sus caminos! La
adoración es el descanso de nuestras búsquedas, la respuesta a nuestros
interrogantes más profundos, la luz para toda la oscuridad que lleva dentro el
ser humano. María y José son la estrella que nos muestra a Jesús; siendo nada,
dan al Todo; con su silencio, anuncian la Palabra; en su casa se da cita el
Amor para enseñar a amar. Jesús, tu
epifanía me convoca a la adoración asombrada.
Después, abriendo sus
cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Oramos ofreciendo. Más
que tener más, damos más y, al dar, somos más, nos parecemos más a Jesús, el
que lo dio todo. Ser felices así es una decisión. Jesús, el don más precioso que puedo ofrecerte es el haberme dejado
encontrar por Ti
Y se marcharon a su
tierra por otro camino. Oramos yendo por otro camino. La demostración de la fe es la conversión, es
una forma de vivir nueva. La aventura de la fe inventa siempre nuevos caminos.
La luz, que nos lleva a la adoración, nos lleva también a un compromiso de amor
a los demás. Jesús, tu luz me llama a ser
luz.
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