Lectura orante del Evangelio: Lucas 2,42-52
“No es pequeña lástima y confusión que, por
nuestra culpa, no entendamos a nosotros mismos ni sepamos quién somos”
(1Moradas 1,2).
Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu
padre y yo te buscábamos angustiados. Los orantes, siguiendo a Jesús, son aquellos que
se pierden para recorrer otros paisajes y ser encontrados por Dios. Se hacen
perdidizos porque andan enamorados. No van contra nadie, aunque su pretensión
de encontrar su identidad caminando en libertad cree problemas. No desprecian
ninguna institución, pero no aceptan ningún chantaje, ni siquiera el de la
angustia; sienten dentro una llamada a recorrer caminos originales, creativos,
nuevos. Para ellos solo Dios es el absoluto, y todo lo demás, incluida la
familia, encuentra su sentido en la medida que ayuda a realizar esta aventura
de fidelidad y creatividad. Nadie como
Tú, Padre, siendo tan íntimo a mí, respetas mi libertad. Nadie da tantas
posibilidades a mi vida.
¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía
estar en la casa de mi Padre? Es la primera vez que habla Jesús en el evangelio de Lucas y lo hace en
clave de libertad y de pasión por el Reino. No acepta la pretensión de sus
padres de buscarlo para retenerlo y meterlo en los moldes de lo socialmente
correcto. Sí acepta emprender, junto con ellos y con todos los que escuchan la
palabra de Dios, un camino nuevo. Los orantes, mirando siempre de cerca a
Jesús, aprenden a estar en las cosas del Padre, a entregarse a su voluntad
vivificadora; saben que tienen alas para volar. ¿Dónde estoy, Señor? ¿Cuál es mi identidad? ¿Dónde se cimienta mi vida?
Pero ellos no comprendieron lo quería decir. La Palabra se hace humanidad, pero su
fuerza creadora no queda encerrada en una humanidad estrecha, sin horizontes.
La Palabra se hace familia, y, haciéndola grande como el corazón de Dios, con
una pasión de nueva humanidad dentro, dice en ella las mejores historias de
amor. Entrar en esta dinámica es esencial para que los orantes entiendan a
Jesús y no apaguen con su mentalidad vieja la llama de amor viva. Así como
Jesús crea situaciones incómodas, así la oración no es para adornar la vida
sino para agitarla y orientarla hacia el proyecto del Reino. Contágiame, Jesús, la fascinante aventura de
vivir.
Su madre conservaba todo esto en su corazón. María, la madre de Jesús, que medita todo
para encontrar su sentido profundo, es el modelo de los orantes. María, símbolo
de la Iglesia, que guarda la identidad de Jesús en el corazón, enseña a los
orantes a poner su primacía absoluta en ser discípulos de Jesús. María, que
aprende a respirar un amor liberador, alienta a toda familia a favorecer las
posibilidades que Dios ha dado a cada uno. María no solo ve que Jesús crece en
gracia, sino que siente cómo va creciendo dentro de Ella. Cada vez María es más
de Jesús. Esto es ser orantes. Ya no soy
quien vive, eres tú, Jesús, quien vive en mí.
P.Pedro Tomas Navajas, OCD
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