domingo, 30 de diciembre de 2012

Domingo de la Sagrada Familia



Lectura orante del Evangelio: Lucas 2,42-52


“No es pequeña lástima y confusión que, por nuestra culpa, no entendamos a nosotros mismos ni sepamos quién somos” (1Moradas 1,2).

Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados. Los orantes, siguiendo a Jesús, son aquellos que se pierden para recorrer otros paisajes y ser encontrados por Dios. Se hacen perdidizos porque andan enamorados. No van contra nadie, aunque su pretensión de encontrar su identidad caminando en libertad cree problemas. No desprecian ninguna institución, pero no aceptan ningún chantaje, ni siquiera el de la angustia; sienten dentro una llamada a recorrer caminos originales, creativos, nuevos. Para ellos solo Dios es el absoluto, y todo lo demás, incluida la familia, encuentra su sentido en la medida que ayuda a realizar esta aventura de fidelidad y creatividad. Nadie como Tú, Padre, siendo tan íntimo a mí, respetas mi libertad. Nadie da tantas posibilidades a mi vida.
¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre? Es la primera vez que habla Jesús en el evangelio de Lucas y lo hace en clave de libertad y de pasión por el Reino. No acepta la pretensión de sus padres de buscarlo para retenerlo y meterlo en los moldes de lo socialmente correcto. Sí acepta emprender, junto con ellos y con todos los que escuchan la palabra de Dios, un camino nuevo. Los orantes, mirando siempre de cerca a Jesús, aprenden a estar en las cosas del Padre, a entregarse a su voluntad vivificadora; saben que tienen alas para volar. ¿Dónde estoy, Señor? ¿Cuál es mi identidad? ¿Dónde se cimienta mi vida?
Pero ellos no comprendieron lo quería decir. La Palabra se hace humanidad, pero su fuerza creadora no queda encerrada en una humanidad estrecha, sin horizontes. La Palabra se hace familia, y, haciéndola grande como el corazón de Dios, con una pasión de nueva humanidad dentro, dice en ella las mejores historias de amor. Entrar en esta dinámica es esencial para que los orantes entiendan a Jesús y no apaguen con su mentalidad vieja la llama de amor viva. Así como Jesús crea situaciones incómodas, así la oración no es para adornar la vida sino para agitarla y orientarla hacia el proyecto del Reino. Contágiame, Jesús, la fascinante aventura de vivir.

Su madre conservaba todo esto en su corazón. María, la madre de Jesús, que medita todo para encontrar su sentido profundo, es el modelo de los orantes. María, símbolo de la Iglesia, que guarda la identidad de Jesús en el corazón, enseña a los orantes a poner su primacía absoluta en ser discípulos de Jesús. María, que aprende a respirar un amor liberador, alienta a toda familia a favorecer las posibilidades que Dios ha dado a cada uno. María no solo ve que Jesús crece en gracia, sino que siente cómo va creciendo dentro de Ella. Cada vez María es más de Jesús. Esto es ser orantes. Ya no soy quien vive, eres tú, Jesús, quien vive en mí. 

P.Pedro Tomas Navajas, OCD

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