Domingo vigésimo octavo del tiempo ordinario
Lectura orante del Evangelio: Marcos 10,17-30
“Pongamos los ojos
en Cristo, nuestro bien, y allí deprenderemos la verdadera humildad, y en sus
santos, y ennoblecerse ha el entendimiento como he dicho y no hará el propio
conocimiento ratero y cobarde (I Moradas 2,11).
Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida
eterna? ¿Qué hacer? ¿Qué sendero tomar? ¿En qué está el
arte de vivir? ¿Por qué no somos felices? ¿Cuándo se puede decir, en verdad:
‘esto es vida’? ¿Dónde está el misterio de la vida en su máxima expresión? ¡Qué
buenas son las preguntas! Surgen también en medio de las crisis, desestabilizan,
apuntan en dirección a la verdad, desvelan la sed del corazón que quiere más
vida. Orar es atreverse a preguntar a Jesús. Y cuando te pregunto, Jesús, y me quedo aguardando, ¿responderás a mi
silencio?
Ya sabes los mandamientos. Jesús
responde implicándonos en la respuesta. ¿Qué riqueza humanizadora llevamos
dentro, guardada? Es hora de sacarla a la luz, de vivir la coherencia con los
valores escondidos en el corazón. Pero ¿qué pasa si, aun guardando los
mandamientos, se abre paso en los adentros una inquietud persistente añorando
algo más? Es hora, entonces, de mirar y escuchar a Jesús; tiene propuestas
radicales para nosotros. Mi corazón te
busca, Jesús. Tú también me buscas. Háblame.
Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale
el dinero a los pobres y sígueme. Dice Jesús, que nos conoce a
fondo, que algo nos falta. ¿Qué es? ¿Qué le falta a nuestro corazón? Nos falta
vender todos esas lógicas humanas (dinero, prestigio, poder) sobre las que
cimentamos la vida, y dárselas a los pobres, a los que no cuentan, a los que no
tienen valor. Y, después, seguir a Jesús, poner en Él los ojos, ir con Él; no
hay mayor riqueza. Ven, Jesús, Orienta mi
vida con tu Palabra. Que no quiero que se me escape esta vida sin vivir en plenitud
la que Tú me ofreces.
A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó
pesaroso, porque era muy rico. Excusas hay muchas, las podemos
visualizar con valentía en la oración, pero está en juego la vida. La verdad de
Jesús puede quedar desplazada por no querer dejar lo que no nos da vida, pero el
sinsentido seguirá en el corazón. Creíamos usar el dinero, pero es él quien nos
usa; nos creíamos sus señores, pero él es nuestro dueño. Jesús sigue esperando;
la eficacia de su Palabra se muestra en nuestra respuesta. Quiero dejarme vencer por tu Palabra, sin excusas. Ayúdame con la
fuerza de tu Espíritu.
¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el
reino de Dios! ¿Tan difícil es seguir el camino de Jesús? ¿Tan
difícil es quedarnos mirando a Jesús en silencio adorador? ¿Tan difícil es
abrir las manos para recibir gratuitamente la gracia y entrar en su Reino? Para
Dios no hay nada imposible. Los pobres nos marcan el camino para ser pobres. La
ternura nos reconcilia con todo. Estar con los débiles nos permite ver a Jesús
y seguirle. Jesús, pongo en ti mis ojos. Entrar
en tu Reino es una gracia. Gracias.
Feliz
fiesta de Santa Teresa, la mujer que puso los ojos en Jesús
P. Pedro Nabajas, OCD

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