Orar
es entrar decididamente en el estilo de vivir y amar de Jesús.
Lectura orante del Evangelio: Marcos 9,38-43.47-48
Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en
tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros… No se
lo impidáis. El Espíritu, que ora en nosotros, nos abre la mente
y el corazón para acoger la propuesta novedosa de Jesús. La Palabra nos invita
a un cambio de vida. Por ser orantes, no tenemos la exclusiva de Jesús ni somos
los únicos depositarios de su amor. Dios es más grande que nuestros esquemas
cerrados, actúa en la historia de forma insospechada para nosotros. La oración
nos permite ver la presencia de Dios en el mundo en tanta bondad escondida como
hay; las personas que van por la vida haciendo el bien, son señales de Jesús,
aunque no sean de los nuestros. ¡Ojalá todo el pueblo fuera profeta y recibiera
el Espíritu, que trabaja en todo bien! ¡Ojalá nos alegremos, sin envidias ni
exclusivismos, al ver que otros hacen el bien! Abro mis labios e invoco tu nombre. Jesús, eres mío y para mí. Jesús,
eres de todos y para todos. ¡Bendito seas!
El que os dé a beber un vaso de agua, porque seguís
al Mesías, os aseguro que no se quedará sin recompensa.
Es posible ir por la vida de otra manera. Hay muchos milagros escondidos. Se
trata de mirarlo todo con los ojos de Jesús. Un simple vaso de agua, un saludo
en la calle, una sonrisa en medio del dolor, una palabra de verdad en medio del
ruido, un abrazo de amor… son modos de trabajar por el Reino. Los orantes
podemos ser despertadores de las músicas de Jesús escondidas en la humanidad. Jesús, cuando te sigo de verdad, todo queda
embellecido. Gracias.
El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que
creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo
echasen al mar. Palabras duras para un examen muy sincero. No es
hora de engañar en las cosas de Dios. Nuestro seguimiento de Jesús está llamado
a ser testimonio y no escándalo, luz en lo alto y no luz escondida, sal que
sazona y no sal mojada. El acceso de los pequeños a Dios, es lo que está en juego.
Somos responsables de la fe de los pequeñuelos. Orar es renunciar al escándalo
de los pequeñitos. No vale vivir de cualquier modo. No quiero olvidar, Jesús, que vivo mi vida ante Ti y ante los hermanos.
Más te vale entrar en el Reino. Orar es entrar decididamente en el estilo de vivir
y amar de Jesús. Comparado con esto, lo demás no vale nada. Entrar en la
historia apasionante de liberación que lleva adelante el Espíritu, abrir
caminos al Evangelio de Jesús, día a día, eso es lo que importa. De esta radicalidad
a la hora de vivir la fe depende que muchos se atrevan a mirar a Jesús como
Amigo. Jesús, limpia mi vida. Quiero
entrar y andar contigo.
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