sábado, 21 de septiembre de 2013

Domingo vigésimo quinto del tiempo ordinario

Lectura orante del Evangelio: Lucas 16,1-13
“Él solo es verdad” (6M 10,6). 
Le llegó la denuncia de que derrochaba sus bienes. Palabra de Jesús a los orantes, que estamos dispuestos a escuchar. Palabra de denuncia y anuncio, con la que queremos dejarnos confrontar. Somos administradores, no dueños, de unos bienes que necesitan los pobres. Los bienes se conservan cuando se dan, cuando no se dan o se malgastan se pierden. Pongo mis pies en tu terreno, Jesús. Alimenta mi fe.  
¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el empleo?’ Después de la corrección, viene la posibilidad de una vida más evangélica. La palabra de Jesús siempre es creadora de posibilidades nuevas. ¿Qué nos conviene hacer en este momento de nuestra vida? ¿Qué nos piden los pobres? ¿Qué nos pide Jesús? Es la hora de la imaginación y creatividad que nos regala el Espíritu. No todo da lo mismo. Hay formas de vivir que no conducen a la vida. Guía, Señor, mis pasos a la verdad.
El amor felicitó al administrador injusto por la astucia con que había procedido. A Jesús le duele tener que decir que los hijos de las tinieblas son más sagaces que los hijos de la luz, que seamos tan espabilados para las cosas del mundo y tan poco sagaces para las cosas de Dios y, por tanto, de los pequeños. Ser orantes no significa ser gentes apocadas, sin capacidad de riesgo, encerradas en sí mismos, sin valentía para afrontar caminos nuevos, sin la sagacidad de invertir los dones de forma inteligente mirando al futuro, sin el empeño de trabajar por un mundo más justo para todos. Infúndeme tu Espíritu, Señor. No dejes que me conforme con nada.      
Haceos amigos con el injusto dinero. ¿Qué hacemos con lo mejor que somos? La oración es la fiesta de la amistad. Más que acumular bienes para el yo, podemos hacer amigos compartiendo con los pobres los bienes recibidos de Dios. También el dinero puede ser un medio magnífico para construir vida. La experiencia de Dios nos empuja a crecer en experiencia de humanidad. A Dios le servimos sirviendo al ser humano.  Enséñame, Jesús, a seguirte de verdad, a no olvidarme de los pobres.
No podéis servir a Dios y al dinero. Idolatrar al dios dinero es una falsedad, porque quita la alegría al mundo. Es malo estar apegados al dinero, porque se rompe la esperanza en el corazón de los pobres. El ansia de acumular agrede la dignidad del ser humano. ¿Podemos servir a Dios sin cambiar para nada nuestra vida? No podemos ser orantes, amigos de Jesús, a medias. Los orantes somos gentes de Dios. Necesitamos todas nuestras fuerzas para vivir el Evangelio y no quedarnos fuera de la vida. Ayúdame, Jesús, a vivir con sencillez y a estar cerca de los pobres.

          
  ¡Feliz Domingo en PAZ, con JUSTICIA!


P.Pedro Tomas navajas, (OCD)

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