Lectura orante del Evangelio: Lucas 12,32-48
“Da tal manera ha querido juntarse con la
criatura, que así como los que ya no se pueden apartar, no se quiere apartar Él
de ella” (7M 2,3).
‘No temas, pequeño rebaño; porque vuestro Padre ha
tenido a bien daros el reino’. Jesús nos conoce, nos habla con cariño. Somos un grupo pequeño, en camino.
Los ruidos del mal y de la mentira son muy grandes. Se puede apoderar de
nosotros el miedo. Jesús nos invita a una confianza audaz en la bondad del
Padre, que nos ha dado el reino. El reino es la presencia amorosa del Padre en nuestro
corazón; su don es total. De ahí nace la confianza. Es hora de cambiar los
temores por la alegría. Tú, Padre,
confías en mí. Contigo, dejo la nada y entro en tu abrazo entrañable. Gracias.
‘Donde está vuestro tesoro, allí estará también
vuestro corazón’. ¿Cuál
es el tesoro de nuestro corazón? ¿Cómo despertar a nuestra verdad más profunda?
¿Cómo confiar en el don que nos habita? La oración favorece la dinámica del
encuentro con el tesoro que llevamos dentro, nos ayuda a poner a Jesús en el
centro de la vida. La oración es vital para despertar de todo sueño y
afianzarnos en lo que da esperanzas de vida plena. Jesús, eres el don más grande que llevo dentro; Tú embelleces mi vida.
‘Tened ceñida la cintura y encendidas las
lámparas. Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en
vela’. Quedarnos
instalados, atrapados por las cosas, incapaces de ir más allá del horizonte
estrecho del disfrute de las cosas, atrofia nuestras mejores capacidades, nos
impide tomar conciencia del don total que el Padre nos está dando y nos
inhabilita para vivir en plenitud la vida de cada día. Vivir alerta, en camino
hacia la Vida, es la clave para enterarnos del amor del Padre, que ha salido a
nuestro encuentro y que fundamenta nuestra esperanza. Jesús se alegra con los
que viven atentos, a la espera de un amor que desborda las expectativas. Esta
atención amorosa y esta prontitud para emprender la marcha son propias de los
orantes. Jesús, tú vives en mí. Siempre
estás y siempre vienes. Estoy con la lámpara encendida, con la puerta abierta.
‘Os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la
mesa y los irá sirviendo’. Así es Jesús. Así de amoroso y tierno es el Señor. Hasta ahí llegan su
humildad y su dulzura. Nadie hace lo que Él. Nos lo ha dado todo. Está en medio
de nosotros como el que sirve. Siempre está dándose, como fuente que mana y
corre. Su presencia en nosotros nos empuja a vivir el momento presente con una
gran intensidad, con una capacidad muy grande para compartir los dones con los
que peor lo pasan, con una alegría que nada ni nadie nos puede quitar. Saber
que es Él quien sirve nos urge a servir; ya no valen solo las palabras, son
necesarios los hechos. Quizás sea el momento de callar y obrar. Gracias, Señor Jesús. Bendito y alabado seas
por el amor que me tienes.
P. Pedro Tomas Navajas, (ODC)
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