Lectura orante del
Evangelio: Lucas 11,1-13
“Mi intento es que no
estén ocultas sus misericordias, para que más sea alabado y glorificado su
nombre” (7M 1,1).
‘Señor, enséñanos a
orar’. El Espíritu
nos acerca a Jesús para que nos enseñe a orar y a vivir, para que nos muestre
la alegría. Junto a tantos discípulos y discípulas, amigos y amigas de Jesús,
también nosotros nos echamos al camino para aprender. Jesús es la única fuente
que puede colmar la sed del corazón. Sin
ruido, sin prisas, camino contigo, Jesús. Enséñame a orar. Dame lo que te hace
vivir de esa manera.
Cuando oréis decid:
‘Padre’. Jesús nos da la novedad que lleva en el corazón. Comparte con nosotros a su
Abbá, para que Él sea nuestra verdad más bella y entrañable, nuestra
inspiración más creativa. Así nos ama. Nosotros, al recibir tanto, quedamos
sobrecogidos y amados en la raíz. El Abbá es gozo hondo, es nuestra oración,
nuestra identidad. Se rompen los moldes, entramos en un océano de amor donde todos
caben. Jesús, ¡cuánto me das! Me amas por
nada, por el amor solo.
‘Santificado sea tu
nombre. Venga tu reino’. Con el Abbá en el corazón, todo se
ve de otra manera, la vida se vive de otra manera. No podemos apartar la mirada
de los pobres y pequeños e irnos de puntillas. Nos nacen de dentro otros
deseos, ya no son nuestras cosas las que importan. Ni el poder ni el dinero son
la meta. Que el proyecto del Abbá vaya adelante, el que apasionó a Jesús, eso
es lo que importa. Que todos conozcan al Abbá y lo que les ama. Que en la
morada de cada uno todos vivan al Abbá y que el mundo sea un lugar de
bendición. Mi plenitud está en ti, Jesús.
‘Danos cada día nuestro
pan. Perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos’. El Abbá no puede ser mejor
de lo que es; es pan que se hace encuentro, perdón que se hace comunión,
cimiento sólido de nueva humanidad. Pedimos ese pan y ese perdón para seguir a
Jesús por el camino con libertad y alegría, Nuestro pan compartido y nuestro
perdón ofrecido son la respuesta. Te amo,
Padre, porque eres el amor. Tú me amas, Madre, porque eres el amor.
‘Y no nos dejes caer en
la tentación’. Cuando todo se va, el Abbá se queda. Cuando todo se oscurece en la prueba,
el Abbá nos deja su mejor sonrisa. El Abbá es nuestra confianza; Él nos
prepara, en medio del dolor, para el parto. Gracias,
Abbá, por estar.
‘Pedid y se os dará,
buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá’. Orar es atrevernos a ser
lo que somos por gracia, a pedir como creyentes, a buscar como gentes de esperanza,
a llamar a las puertas del Amor. El Abbá nos da el Espíritu, que recrea en
nosotros la memoria de Jesús y nos lanza a una fiesta de encuentro profundo con
todo. Nada está perdido, ningún pequeño.
Gracias, Espíritu de amor.
P. Pedro Tomas Navajas, (OCD)
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