sábado, 26 de enero de 2013

Domingo tercero del tiempo ordinario



Lectura orante del Evangelio: Lucas 1,1-4; 4,14-21


“Pongamos los ojos en Cristo, nuestro bien, y allí deprenderemos la verdadera humildad… y ennoblecerse ha el entendimiento y no hará el propio conocimiento ratero y cobarde” (1 M oradas 2,11).
Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu. Después de unos años en el desierto, Jesús vuelve a su pueblo y se presenta como profeta. Lleva dentro la fuerza del Espíritu, el que siempre ha movido su vida. El mismo Espíritu sigue vivo en medio del mundo. Entrando en los corazones, hace amigos de Jesús que liberan y dan esperanza. Él es el viento fuerte que empuja a vivir el proyecto dinámico y apasionante de Jesús. El Espíritu cita en el misterio, manteniendo el fuego de soñar un mundo nuevo para todos. Él es el pozo escondido en la montaña que hace posibles las fuentes en el desierto. Ven, Espíritu. Guíame a la verdad completa. Haz de mi corazón un espacio de comunión. Manifiesta en mí el perfume de tu amor.   
‘El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido’. Esto lee Jesús en la Escritura, en la sinagoga de su pueblo. Se presenta ante sus paisanos como la presencia viva del Espíritu. Con una audacia inaudita rompe los esquemas, se pone en medio como una fuente de vida liberadora. Hace presente la infinita bondad de Dios, que se manifiesta en la curación de los corazones desgarrados. Los orantes, como Jesús, ungidos por el Espíritu, dan vida al mundo, no se resignan a su ausencia, lo invocan cada día, no saben ni quieren vivir sin Él. Ven Espíritu. Úngeme con tu fuerza, llévame a Jesús, que no solo quiero llamarme cristiano/a, quiero serlo.
‘Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres… para anunciar el año de gracia del Señor’. El Espíritu envía a Jesús con la Buena Noticia para alegría de los más pobres, para enviar en libertad a los oprimidos, para que vean y caminen los que antes no veían, para iniciar un tiempo de gracia y de gozo imparables. Hay vida para todos, pan y dignidad para todos; es posible unir en la comunión las diferencias. Dios es para todos. Jesús habla las palabras de Dios y obra las acciones de Dios. Cuando el Espíritu entra en los corazones, al amor le crecen alas, se irradian el gozo y la belleza, surgen testimonios luminosos de fe y entrega, hay comunión. Espíritu Santo, hazme vivir la vida como una danza en los brazos de tu gracia, con la música de tu amor.
Toda la sinagoga tenía fijos los ojos en él. Escena impresionante. Los nazarenos ya no se fijan en el texto de la Escritura, se fijan en Jesús. A esto conduce la escucha de la Palabra: a mirar a Jesús. De Él sale la verdad que necesitamos para dejar la corrupción y la mentira. De Él nos viene la fuerza para comprometernos en el anuncio del Evangelio. Jesús es un fuego que enciende otros fuegos. Hoy, aquí y ahora, se cumple esta presencia de Jesús en medio de nosotros. Para abrirme a ti, Jesús, tengo que mirarte con la mirada de la fe, abrir mi corazón a tu Evangelio.

P. Pedro Tomas Navajas,( OCD)

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