Lectura orante del Evangelio: Lucas 1,1-4; 4,14-21
“Pongamos los ojos en Cristo, nuestro bien, y allí
deprenderemos la verdadera humildad… y ennoblecerse ha el entendimiento y no
hará el propio conocimiento ratero y cobarde” (1 M oradas 2,11).
Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu.
Después de unos años en
el desierto, Jesús vuelve a su pueblo y se presenta como profeta. Lleva dentro
la fuerza del Espíritu, el que siempre ha movido su vida. El mismo Espíritu
sigue vivo en medio del mundo. Entrando en los corazones, hace amigos de Jesús
que liberan y dan esperanza. Él es el viento fuerte que empuja a vivir el
proyecto dinámico y apasionante de Jesús. El Espíritu cita en el misterio,
manteniendo el fuego de soñar un mundo nuevo para todos. Él es el pozo
escondido en la montaña que hace posibles las fuentes en el desierto. Ven, Espíritu. Guíame a la verdad completa.
Haz de mi corazón un espacio de comunión. Manifiesta en mí el perfume de tu
amor.
‘El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me
ha ungido’. Esto lee
Jesús en la Escritura, en la sinagoga de su pueblo. Se presenta ante sus
paisanos como la presencia viva del Espíritu. Con una audacia inaudita rompe
los esquemas, se pone en medio como una fuente de vida liberadora. Hace
presente la infinita bondad de Dios, que se manifiesta en la curación de los
corazones desgarrados. Los orantes, como Jesús, ungidos por el Espíritu, dan
vida al mundo, no se resignan a su ausencia, lo invocan cada día, no saben ni
quieren vivir sin Él. Ven Espíritu. Úngeme
con tu fuerza, llévame a Jesús, que no solo quiero llamarme cristiano/a, quiero
serlo.
‘Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los
pobres… para anunciar el año de gracia del Señor’. El Espíritu envía a Jesús con la Buena Noticia
para alegría de los más pobres, para enviar en libertad a los oprimidos, para
que vean y caminen los que antes no veían, para iniciar un tiempo de gracia y
de gozo imparables. Hay vida para todos, pan y dignidad para todos; es posible
unir en la comunión las diferencias. Dios es para todos. Jesús habla las
palabras de Dios y obra las acciones de Dios. Cuando el Espíritu entra en los
corazones, al amor le crecen alas, se irradian el gozo y la belleza, surgen
testimonios luminosos de fe y entrega, hay comunión. Espíritu Santo, hazme vivir la vida como una danza en los brazos de tu
gracia, con la música de tu amor.
Toda la sinagoga tenía fijos los ojos en él. Escena impresionante. Los nazarenos ya no
se fijan en el texto de la Escritura, se fijan en Jesús. A esto conduce la escucha
de la Palabra: a mirar a Jesús. De Él sale la verdad que necesitamos para dejar
la corrupción y la mentira. De Él nos viene la fuerza para comprometernos en el
anuncio del Evangelio. Jesús es un fuego que enciende otros fuegos. Hoy, aquí y
ahora, se cumple esta presencia de Jesús en medio de nosotros. Para abrirme a ti, Jesús, tengo que mirarte
con la mirada de la fe, abrir mi corazón a tu Evangelio.
P. Pedro Tomas Navajas,( OCD)
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