sábado, 19 de enero de 2013

Domingo segundo del tiempo ordinario



Lectura orante del Evangelio: Juan 2,1-11

“¡Oh grandeza de Dios!, y cuál sale un alma de aquí, de haber estado un poquito metida en la grandeza de Dios y tan junta con Él” (5 M oradas 2,7).
La madre de Jesús le dijo: ‘No les queda vino’. María es la mujer que mira con atención la vida a su alrededor. Y descubre que tras las apariencias, incluso de una boda, no hay vino, no hay vida, peligra la alegría. María es símbolo de todos los que miran con dolor la situación actual de la humanidad, llamada a una fiesta de verdad y de justicia, a un pan compartido en el gozo de la fraternidad, pero que se ha quedado vacía, sin sentido, sin solidaridad, sin gozo. ¿Qué hacer? María se dirige a Jesús; ve lo viejo, se abre a lo nuevo. Orar es leer los signos de los tiempos a la luz de Jesús. Con María, pongo los ojos en ti, Jesús, el verdadero sentido de la vida.
Jesús le contestó: ‘Mujer; déjame, todavía no ha llegado mi hora’. ¿Merece la pena invertir en lo que ya no tiene vida? ¿Qué hacer cuando nuestro estilo de vida, aun llamándolo cristiano, no transmite alegría, ni respira novedad, ni lleva dentro fuego de profecía? Por doloroso que sea, el gusano de seda tiene que morir para convertirse en mariposa blanca. Jesús es el novio, deseoso de engalanar a la creación como una novia en la hora de la manifestación plena de su amor entregado, dispuesto a recrear con su gloria el ser del hombre. Con María, acudo a ti, Jesús. Solo Tú puedes llenar todos mis vacíos. 
Su madre dijo a los sirvientes: ‘Haced lo que él os diga’. María empuja a la humanidad a una opción de fe en Jesús, en quien comienza lo nuevo. María sabe quién es Jesús, sabe que trae una noticia increíble: Dios nos quiere, está enamorado de nosotros. María, la madre de la Palabra, invita a seguir el camino que trae Jesús, la Palabra encarnada. María representa a todos los que, buscando la verdad, dan el paso y se atreven a vivir la amistad con Jesús. María, llévame a Jesús, afianza mi fe en Él.   
El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía. De forma silenciosa, escondida, el agua se convierte en vino, la vida desborda los vacíos de la muerte, la alegría echa fuera todos los lamentos. Es Jesús, que se ha hecho presente en nuestra historia. En Él está la vida. Con Él todo cambia. Ya no podemos vivir como antes. Tú, Jesús, mi alegría, mi centro, mi todo.

Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria y creció la fe de sus discípulos en él. Crece Jesús en el corazón, se hace presente en las situaciones de la vida. En el silencio de los sencillos y los pobres brota, como un gran don, la fe, que aprecia la novedad y descubre, sorprendida, en Jesús, los tiempos nuevos, la alianza nueva, la salvación. Cuando comienza la fe de los discípulos, ahí, siempre, está María.  Con María, te sigo, Jesús. Creer en ti, Señor Jesús, es una fiesta, una fiesta de amor y vida desbordantes. 


P. Pedro Tomas Navajas, (OCD)

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