Lectura orante del Evangelio: Juan 2,1-11
“¡Oh grandeza de
Dios!, y cuál sale un alma de aquí, de haber estado un poquito metida en la
grandeza de Dios y tan junta con Él” (5 M oradas 2,7).
La madre de Jesús le
dijo: ‘No les queda vino’. María es la mujer que mira con atención la vida a su
alrededor. Y descubre que tras las apariencias, incluso de una boda, no hay
vino, no hay vida, peligra la alegría. María es símbolo de todos los que miran
con dolor la situación actual de la humanidad, llamada a una fiesta de verdad y
de justicia, a un pan compartido en el gozo de la fraternidad, pero que se ha
quedado vacía, sin sentido, sin solidaridad, sin gozo. ¿Qué hacer? María se
dirige a Jesús; ve lo viejo, se abre a lo nuevo. Orar es leer los signos de los
tiempos a la luz de Jesús. Con María,
pongo los ojos en ti, Jesús, el verdadero sentido de la vida.
Jesús le contestó:
‘Mujer; déjame, todavía no ha llegado mi hora’. ¿Merece la pena
invertir en lo que ya no tiene vida? ¿Qué hacer cuando nuestro estilo de vida,
aun llamándolo cristiano, no transmite alegría, ni respira novedad, ni lleva
dentro fuego de profecía? Por doloroso que sea, el gusano de seda tiene que
morir para convertirse en mariposa blanca. Jesús es el novio, deseoso de
engalanar a la creación como una novia en la hora de la manifestación plena de
su amor entregado, dispuesto a recrear con su gloria el ser del hombre. Con María, acudo a ti, Jesús. Solo Tú puedes
llenar todos mis vacíos.
Su madre dijo a los
sirvientes: ‘Haced lo que él os diga’. María empuja a la
humanidad a una opción de fe en Jesús, en quien comienza lo nuevo. María sabe
quién es Jesús, sabe que trae una noticia increíble: Dios nos quiere, está
enamorado de nosotros. María, la madre de la Palabra, invita a seguir el camino
que trae Jesús, la Palabra encarnada. María representa a todos los que,
buscando la verdad, dan el paso y se atreven a vivir la amistad con Jesús. María, llévame a Jesús, afianza mi fe en Él.
El mayordomo probó el
agua convertida en vino sin saber de dónde venía. De forma silenciosa,
escondida, el agua se convierte en vino, la vida desborda los vacíos de la
muerte, la alegría echa fuera todos los lamentos. Es Jesús, que se ha hecho
presente en nuestra historia. En Él está la vida. Con Él todo cambia. Ya no
podemos vivir como antes. Tú, Jesús, mi
alegría, mi centro, mi todo.
Jesús comenzó sus
signos, manifestó su gloria y creció la fe de sus discípulos en él. Crece Jesús en
el corazón, se hace presente en las situaciones de la vida. En el silencio de los sencillos y los pobres brota, como un gran
don, la fe, que aprecia la novedad y descubre, sorprendida, en Jesús, los
tiempos nuevos, la alianza nueva, la salvación. Cuando comienza la fe de los
discípulos, ahí, siempre, está María. Con María, te sigo, Jesús. Creer en ti,
Señor Jesús, es una fiesta, una fiesta de amor y vida desbordantes.
P. Pedro Tomas Navajas, (OCD)
No hay comentarios:
Publicar un comentario