sábado, 17 de noviembre de 2012

Domingo trigésimo tercero del tiempo ordinario




Lectura orante del Evangelio: Marcos 13,24-32

“Bien sabe Su Majestad que sólo puedo presumir de su misericordia, y ya que no puedo dejar de ser la que he sido, no tengo otro remedio, sino llegarme a ella y confiar en los méritos de su Hijo y de la Virgen” (3 Moradas 1,3).
Después de una gran tribulación, el sol se hará tinieblas. Mientras desfilan imágenes de sufrimiento ante nuestros ojos y la tempestad rompe las flores, nos acercamos a la palabra de Jesús. La voz del Amado no pretende meter miedo, sino provocar actitudes de conversión, cambio de mentalidad. “No hemos recibido un espíritu de esclavos para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos que nos hace gritar: Abbá, Padre”. El mundo está en las manos del Padre. Cuando cosas en las que poníamos la esperanza terminan, comienza el tiempo nuevo de Jesús. Dios tiene caminos sorprendentes. En medio de la tribulación, gracias a la fidelidad de Dios, podemos seguir cantando. Te alabo, Señor de la historia y de mi vida. 


Entonces verán venir al Hijo del Hombre sobre las nubes con gran poder y majestad. El futuro, que es Jesús, está viniendo a nosotros en la noche. Viene a nosotros el amor, la misericordia. Nuestra vida no se explica sin mirar a Jesús; su luz da sentido a nuestro presente, su feliz resurrección nos llena de alegría. Es hora de aprovechar el tiempo y optar por Él, sin conformarnos con el engaño de lo provisional. Es hora de mantener en el corazón su presencia. La meta orienta nuestros pasos y nuestro hacer consiste en ser ante Él. Porque Tú vienes, todo acabará bien, el amor triunfará sobre el odio, la música sobre el ruido, la paz sobre la guerra. Gracias, Señor, por venir.    
Aprended lo que os enseña la higuera. Porque Jesús viene, hay primavera y la vida se llena de belleza y de sentido, todo es parábola de amor y de esperanza, hay milagros. Un canto a la vida sube del corazón habitado por Jesús. Pasamos por la noche, pero no sucumbimos a la oscuridad. Creemos en Dios y creemos en el ser humano. La vida está en gestación. En los signos de los tiempos se asoma una oferta de nueva creación; hay esperanza. El amor, que no ha sido vencido, se despierta para amar al prójimo. Jesús, mi modo de orar es amar, es responder a tu amor con libertad.
Cuando veáis vosotros suceder esto, sabed que él está cerca. Lo mejor está cerca, lo mejor es gracia. En nosotros está el Espíritu. Podemos tratar amistosamente con Jesús cada día porque está dentro de nosotros. En Él encontramos la fuerza para seguir eligiendo vivir las bienaventuranzas. Todo puede pasar, pero sus palabras permanecen, porque es fiel. Su palabra nos enamora y nos empuja a vivir y contar la historia de otra manera. Al final pasará la mentira y resplandecerá la verdad; la nueva humanidad, engalanada como una novia para su Esposo, será habitable gracias al amor. Te alabo, Jesús. Tu Reino es el sueño del Padre para la humanidad.


P. Pedro Tomas Navajas, OCD


No hay comentarios:

Publicar un comentario