viernes, 2 de noviembre de 2012

Domingo trigésimo primero del tiempo ordinario



Lectura orante del Evangelio: Marcos 12,28-34

“La perfección verdadera es amor de Dios y del prójimo, y mientras con más perfección guardáremos estos dos mandamientos, seremos más perfectas” (I Moradas 2,17).

Un letrado se acercó a Jesús y le preguntó: ¿Qué mandamiento es el primero de todos? Eso es la oración: acercarse a Jesús, que está cerca de nosotros, poner el oído en su corazón para oír el murmullo de su fuente, tratar con Él de lo que es más importante en la vida. Y esto, hacerlo una y otra vez. Jesús, en quien no hay más que amor y bondad, nos abre los ojos y el corazón al amor. No puede pedirnos otra cosa que amor, porque solo el amor da valor y sentido a la vida. Me acerco a ti, Jesús, porque en ti está la fuente de mi vida.
Respondió Jesús: El primero es: Escucha… Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser. Para poder amar, hay que oírle a Jesús el sonido del amor. Jesús no responde como en las escuelas de los rabinos, nos habla del Padre, que solo sabe amar, que nos amó primero y que espera nuestro amor porque el Amor quiere ser amado. La oración es tratar de amor con quien sabemos nos ama. Lo importante es amar y ser amados hasta el extremo. Espíritu Santo, enciende en mi corazón la llama del amor.
El segundo es éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. En Jesús, el amor se hizo humanidad, por eso en cada ser humano, también en nosotros, espera ser amado. El amor a Dios se visualiza en el amor al prójimo, no solo de boca sino con obras, porque el amor de Dios es lo que Él hace con y por nosotros. La forma de tratar a los demás manifiesta hasta qué punto ha entrado en nosotros el fuego del amor de Dios. Orar no es pensar mucho sino amar mucho, despertarnos en el amor, vivir en el amor, dormirnos en el amor. Eso es lo que da gloria a Dios. Solo donde hay amor el mundo podrá creer en Dios, porque solo el amor es digno de fe. Jesús, quítame el miedo a amar y a ser amado/a.
El letrado replicó: Muy bien, Maestro, tienes razón… Amar vale más que todos los holocaustos y sacrificios. Amar vale más que todo, es más, es lo único que vale. Una oración sin amor, ¿qué es? Jesús es el amor del Padre encarnado, que desvela el verdadero rostro del ser humano. Solo el amor mueve el mundo hacia la vida. Espíritu Santo, hazme entender que si me falta el amor nada me sirve de nada.    
Jesús le dijo: No estás lejos del Reino de Dios. No estamos lejos del Reino cuando creemos que Jesús nos ama; este convencimiento íntimo es el centro de la fe. No estamos lejos cuando nos atrevemos a vivir amando; esta experiencia llena el mundo de alegría. No estamos lejos cuando oramos cantando canciones de amor al Amado. Jesús, tú eres una pasión de amor. Y yo no quiero llamarte otra cosa que amor.
P. Pedro Navajas, OCD  

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