sábado, 26 de mayo de 2012

PENTECOSTÉS. ¡VEN, ESPÍRITU DE AMOR!

Ven, Espíritu Santo de Amor! Hoy es tu Fiesta, nuestra fiesta. Ven y llena nuestra vida de Paz, de Fe, de Belleza, de Esperanza. Contigo todo en nosotros se hace nuevo.
Ven, Espíritu Santo, renueva en nosotros tus siete dones.


Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Las palabras de Jesús son palabras de amor, de paz y de alegría para nosotros. Jesús nos mete en la intimidad con Él, nos habla al corazón y, a la vez, nos envía al mundo como testigos, para que la buena nueva del Padre llegue hasta todas las orillas. Los orantes somos enviados a emprender un viaje enamorado, a contar los frutos de un encuentro privilegiado con Jesús. Porque el amor nunca está ocioso, siempre está en continuo movimiento misionero. Porque el dolor de la humanidad está a la espera de gentes que vivan el perfume de la gratuidad. Gracias, Señor, por necesitarme. Gracias por enviarme a decir en las plazas lo que te he oído en el silencio. Gracias, Señor, por enviarme a anunciar la ternura, de la que ha quedado lleno mi corazón, después que me miraste.

Exhaló su aliento sobre ellos. Jesús no se guarda nada para sí, todo lo da; nosotros ponemos nuestro vaso debajo de su fuente para beber en abundancia. Jesús sopla su Espíritu; nosotros abrimos los pulmones para respirar a su aire. Nuestra arcilla queda vestida de belleza al toque de su amor, nuestros huesos secos se levantan para la alabanza y el servicio. El Espíritu, aliento de Jesús, enamora el corazón, lo llena de alegría. La nueva humanidad, tan herida por la injusticia infringida a los más pobres, se levanta, movida por ese viento fuerte, engalanada como una novia. Oramos y vivimos en el aliento que Jesús nos regala. Gracias, Jesús. Tu Espíritu es la música que dejas en el mundo, la llama de amor viva que llena mi corazón.

Recibid el Espíritu Santo. Nuestro ser ha sido creado para esta visita del Espíritu. Nuestra interioridad anhela esta presencia amorosa y creativa. Orar es aprender a recibir al Espíritu, para caminar y vivir empujados por sus inspiraciones; orar es gustar sus amores y escuchar sus sonidos nuevos para una danza interminable de alabanza. Este divino amor todo lo trae consigo. El vacío interior lo llena de alegría, su voz ilumina en las cañadas oscuras, su fuerza anima en las horas difíciles, su viento empuja las velas, sus dones enamoran, su manantial es rumor inagotable de gracia, su presencia sonora a vida eterna sabe. Ven, Espíritu Santo. Ven sobre mí. Inunda mi ser. Mi camino es cosa tuya. Tú me das mi vida, para soñar juntos el Reino de Jesús.


A quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados. El pecado malogró el proyecto del Padre, ahora surge la reconciliación como el más hermoso paisaje del Espíritu. El perdón es el movimiento del Espíritu en los corazones. En la fiesta del Espíritu todo se llena de alegría. Sus dones ponen en marcha la nueva humanidad. ¡Qué extraordinaria riqueza, con sus dones de verdad y de amor, la del Espíritu! ¡Qué apasionante su tarea en nosotros y en la historia! Gracias, Espíritu Santo. Tú estrenas en mí una forma de amar y de pensar nuevas. Todo mi ser canta en Ti tus canciones, para gloria del Padre y alegría de Jesús, para regocijo de los más pobres de la tierra.


¿Ven, dulce Huésped del alma. Quédate en mi corazón!

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