domingo, 21 de julio de 2013

Domingo décimo sexto del tiempo ordinario


Lectura orante del Evangelio: Lucas 10,38-42
“Las palabras que le dijo Su Majestad hicieron efecto de obra, que fue que mirase por sus cosas, que él miraría por las suyas. Ya no es ni querría ser en nada nada” (7M 3,2).
Entró Jesús en una aldea y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Orar es acoger a Jesús en la propia casa, en un espacio de libertad donde se respira el aire del Espíritu. Con Jesús, todo se puede ver de otra manera. Más allá de esquemas caducados, en el Reino de Jesús se estrenan dignidades, escondidas por intereses contrarios al proyecto de Dios. También las mujeres -y todos los que están en las periferias, los más nada-, son protagonistas de una historia de seguimiento y de amor, interlocutoras válidas del mensaje de Jesús, discípulas y misioneras. Las palabras subversivas de Jesús valen para hoy. Jesús, entra en mi vida. Eres mi riqueza.   
Tenía una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. El Reino de Jesús, la oración, es para gente atrevida, exploradora de campos inexplorados. Una mujer se juega mucho al querer ser discípula de Jesús; ante la mirada de Jesús, todo se le hace poco. Una mujer pretende entender al que es la Palabra y dejarse enamorar por los delicados acentos de la palabra, siempre nueva, del Amado. Una mujer escucha sin nada, en total transparencia, en la pobreza del callado amor, fascinada por Jesús, y Jesús la libera mostrándose como la única riqueza necesaria. Hay en ella disfrute, profundidad, dulzura, dignidad, fascinación. Ha encontrado al Amor de su alma y no está dispuesta a soltarlo. ‘Gocé monos, Amado, y vayámonos a ver en tu hermosura… do mana el agua pura. Entremos más adentro en la espesura’. Me pongo a escuchar tu palabra. Sé que todo parte de aquí.   
 ‘Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano’. La libertad de la mujer que se ha atrevido con novedades insólitas (ser discípula, ejercer ministerios en las comunidades, ser testigo…)  molesta. Molesta a otra mujer, que se queja a Jesús porque su hermana no está en el sitio que le corresponde. Pero Jesús es mal interlocutor en esta causa; es Él mismo quien dibuja una dignidad en las entrañas de la mujer, que nadie deberá arrebatar. El servicio es importante, pero no lo es todo. Tu palabra, Jesús, da fecundidad a mi vida.

‘Marta, Marta: andas inquieta y nerviosa con tantas cosas: solo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no se la quitarán’. Escuchar a Jesús es la actitud más importante para los discípulos y discípulas. Solo quien escucha, puede después anunciar la Palabra en la misión. Los testigos se forjan en la escucha prolongada. La agitación distorsiona todo. La contemplación es el corazón del compromiso. En el Reino no tiene cabida ninguna marginación. Es hora de armonizar sin miedo la novedad de Jesús: buscador de la Palabra en las madrugadas y servidor hasta la muerte al caer la tarde. Gracias, Jesús. Te alabo y te bendigo con todo mi ser.


P. Pedro Tomas Navajas, (OCD)

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