Lectura
orante del Evangelio: Juan 21,1-19
“Visto ya
el gran Rey, que está en la morada de este castillo, su buena voluntad, por su
gran misericordia, quiérelos tornar a él y, como buen pastor, con un silbo tan
suave, que aun casi ellos mismos no le entienden, hace que conozcan su voz y
que no anden tan perdidos, sino que se tornen a su morada” (4 Moradas 3,2).
‘Es el Señor’.
Anuncian a Jesús los que hablan de Él con pasión de
enamorados y los que viven el gozo de haber sido liberados pasando de la muerte
a la vida. El amor a Jesús, que se enciende en el trato de amistad con Él, hace
creíble el anuncio y abre las puertas a la esperanza. ¡Qué bien nos vienen
estas palabras de fe que pronuncian los amigos de Jesús! Señalan caminos para
ir a Jesús, ayudan a entrar en la intimidad Él. Convencen por su autenticidad,
son un testimonio de verdad para recuperar el amor al Señor. Jesús, eres mi Tú. Eres mi Señor. Eres mi
Vida.
‘Simón,
hijo de Juan, ¿me quieres?’ Tres veces pregunta Jesús a Pedro si le ama de verdad,
como tres fueron las veces que Pedro negó a Jesús. Nunca se cansa Jesús de
nosotros. No da a nadie por perdido. El pecado no cambia su corazón entrañable
y lleno de ternura, capaz de dar amor y pedir amor. Insiste, una y otra vez,
hasta que se restablezca la relación de confianza en Él. Donde el pecado de
infidelidad rompió la amistad, pone la fuente de su amor para que todo vuelva a
renacer; así nos educa para amar. Las
razones de mi esperanza están en tu amor, Jesús. Gracias.
‘Señor, tú
conoces todo, tú sabes que te quiero’. El amor
verdadero no engaña. El amor verdadero es humilde. El amor verdadero brota de
los ojos deseados que están dibujados en las entrañas. El amor verdadero se
manifiesta en el abandono confiado. El amor verdadero hace verdadera la
oración. Afortunadamente, gracias a Jesús, los pecadores podemos volver a estar
enamorados de Él. Jesús, tú sabes que te
quiero.
‘Apacienta
mis ovejas’. Apacentar es llevar en los labios un relato de salvación,
es tener como meta la compasión, es escuchar el latido de otros corazones y
abrir en ellos brechas para que entre la vida de Jesús, es amar de tal modo que
Jesús pueda cuidar del mundo. Toda misión apacentadora se fundamenta en el amor
de Jesús, recibido y dado gratuitamente. Quienes han experimentado la mirada
amorosa de Jesús en su pecado, pueden cuidar de la vida de los pobres, los
pequeños, los enfermos. Jesús, pones tu
misión en mis manos. ¿Cómo es confías tanto en mí?
‘Sígueme’.
No es hora de buscar razones que expliquen por qué nos
llama de nuevo. La llamada a seguir a Jesús siempre es gratuita, siempre es
posible. La belleza está en el camino. Hay muchos que esperan este lujo de
alegría y ansían este testimonio nuevo. Te
sigo, Jesús. Voy contigo. Tú vienes conmigo.
¡Feliz Pascua de Resurrección!
P. Pedro Tomas Navajas.(OCD)
No hay comentarios:
Publicar un comentario