domingo, 14 de abril de 2013

Domingo tercero de Pascua



Lectura orante del Evangelio: Juan 21,1-19
“Visto ya el gran Rey, que está en la morada de este castillo, su buena voluntad, por su gran misericordia, quiérelos tornar a él y, como buen pastor, con un silbo tan suave, que aun casi ellos mismos no le entienden, hace que conozcan su voz y que no anden tan perdidos, sino que se tornen a su morada” (4 Moradas 3,2).
‘Es el Señor’. Anuncian a Jesús los que hablan de Él con pasión de enamorados y los que viven el gozo de haber sido liberados pasando de la muerte a la vida. El amor a Jesús, que se enciende en el trato de amistad con Él, hace creíble el anuncio y abre las puertas a la esperanza. ¡Qué bien nos vienen estas palabras de fe que pronuncian los amigos de Jesús! Señalan caminos para ir a Jesús, ayudan a entrar en la intimidad Él. Convencen por su autenticidad, son un testimonio de verdad para recuperar el amor al Señor. Jesús, eres mi Tú. Eres mi Señor. Eres mi Vida.  
‘Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?’ Tres veces pregunta Jesús a Pedro si le ama de verdad, como tres fueron las veces que Pedro negó a Jesús. Nunca se cansa Jesús de nosotros. No da a nadie por perdido. El pecado no cambia su corazón entrañable y lleno de ternura, capaz de dar amor y pedir amor. Insiste, una y otra vez, hasta que se restablezca la relación de confianza en Él. Donde el pecado de infidelidad rompió la amistad, pone la fuente de su amor para que todo vuelva a renacer; así nos educa para amar. Las razones de mi esperanza están en tu amor, Jesús. Gracias.
‘Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero’. El amor verdadero no engaña. El amor verdadero es humilde. El amor verdadero brota de los ojos deseados que están dibujados en las entrañas. El amor verdadero se manifiesta en el abandono confiado. El amor verdadero hace verdadera la oración. Afortunadamente, gracias a Jesús, los pecadores podemos volver a estar enamorados de Él. Jesús, tú sabes que te quiero.
‘Apacienta mis ovejas’. Apacentar es llevar en los labios un relato de salvación, es tener como meta la compasión, es escuchar el latido de otros corazones y abrir en ellos brechas para que entre la vida de Jesús, es amar de tal modo que Jesús pueda cuidar del mundo. Toda misión apacentadora se fundamenta en el amor de Jesús, recibido y dado gratuitamente. Quienes han experimentado la mirada amorosa de Jesús en su pecado, pueden cuidar de la vida de los pobres, los pequeños, los enfermos. Jesús, pones tu misión en mis manos. ¿Cómo es confías tanto en mí?
‘Sígueme’. No es hora de buscar razones que expliquen por qué nos llama de nuevo. La llamada a seguir a Jesús siempre es gratuita, siempre es posible. La belleza está en el camino. Hay muchos que esperan este lujo de alegría y ansían este testimonio nuevo. Te sigo, Jesús. Voy contigo. Tú vienes conmigo. 


¡Feliz Pascua de Resurrección!


P. Pedro Tomas Navajas.(OCD)

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