Lectura
orante del Evangelio: Juan 20,1-9
“La
perfección está en quien ama más, en quien mejor obrare con justicia y verdad”
(3 Moradas 2,10).
El primer
día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer. ¡Una
mujer, testigo de Jesús! –olvidarlo, siempre es una pérdida irreparable-. Con
la luz que le nace del corazón es testigo de un amanecer nuevo en la humanidad.
En su búsqueda se huele el amor. En su gesto de salir de sí misma, superando la
resignación de quedarse en casa, ya se oye la canción de la resurrección. Todo
puede estar vacío, pero el corazón de quien ama a Jesús nunca lo está. ¿Cómo
cerrar las puertas del alma a la alegría, que Jesús le regaló en el camino? Gracias, Jesús, por esta mujer que me
evangeliza. Gracias por tantas mujeres que son signo de tu Vida.
‘Se han
llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto’. No
se puede detener el amor, como no se puede parar el agua. El perfume de una
mujer enamorada de Jesús -¿qué es esto para vencer el mal y cuidar la vida
amenazada?- no queda en el anonimato, repercute sobre el mundo. El grano de
mostaza lleva dentro la fuerza increíble del Reino. Jesús resucitado la ha
transformado; ahora anuncia el Evangelio de Jesús, pasando, como Él, cerca de
los que sufren con la bondad y la ternura. Gracias,
Jesús. Tu Vida está en mi vida. Gracias por el fuego de tus testigos.
Los dos
corrían juntos. Buscar a Jesús junto con otros. Una mujer les ha
despertado la sed, les ha ungido con la alegría. Ahora viven la resurrección
buscando la Vida. La vida de Jesús no se puede guardar en un sepulcro; Él está
para iluminar las situaciones límite. El amor de Jesús no se puede esconder
dentro, hay que comunicarlo; de otro modo, se volvería amargo el corazón. Gracias, Jesús, por los compañeros de
camino. El amor y la esperanza de mis hermanas y hermanos me ayudan a caminar.
El que
había llegado primero al sepulcro: vio y creyó. El
discípulo llega, ve y cree. Ve su corazón, acariciado por Jesús. Ha sido
necesario un recorrido interior para percibir en la entraña la gracia del
Amigo. El encuentro con Jesús resucitado es más vivo y profundo que el impacto
del sepulcro vacío. Cuando uno ama, todo le habla del Amado. Dios ha resucitado
a Jesús y nos lo ha hecho ver. La presencia de Jesús es ahora de otra manera,
más viva, más íntima y personal. Llega el momento de vivir la novedad
sorprendente sobre la que se levanta la vida cristiana. Despierta, Jesús, en mí el deseo del encuentro contigo; abre mi corazón
a la Vida que nace de ti.
Hasta
entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre
los muertos. Dios estaba de una forma única en la historia de Jesús;
el Crucificado tenía razón. Todo lo suyo tiene sentido para nosotros. Su voz
nos ha levantado del suelo. No estamos solos en la tarea de la nueva humanidad.
Sus pasos alientan para siempre nuestro caminar. Es la hora de la alegría. ¡Qué alegría creer en ti, Jesús!
¡Feliz Pascua de Resurrección¡
P.Pedro Tomas Navajas, (OCD)
No hay comentarios:
Publicar un comentario