domingo, 31 de marzo de 2013

Domingo de Resurrección



Lectura orante del Evangelio: Juan 20,1-9
“La perfección está en quien ama más, en quien mejor obrare con justicia y verdad” (3 Moradas 2,10).
El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer. ¡Una mujer, testigo de Jesús! –olvidarlo, siempre es una pérdida irreparable-. Con la luz que le nace del corazón es testigo de un amanecer nuevo en la humanidad. En su búsqueda se huele el amor. En su gesto de salir de sí misma, superando la resignación de quedarse en casa, ya se oye la canción de la resurrección. Todo puede estar vacío, pero el corazón de quien ama a Jesús nunca lo está. ¿Cómo cerrar las puertas del alma a la alegría, que Jesús le regaló en el camino? Gracias, Jesús, por esta mujer que me evangeliza. Gracias por tantas mujeres que son signo de tu Vida.
‘Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto’. No se puede detener el amor, como no se puede parar el agua. El perfume de una mujer enamorada de Jesús -¿qué es esto para vencer el mal y cuidar la vida amenazada?- no queda en el anonimato, repercute sobre el mundo. El grano de mostaza lleva dentro la fuerza increíble del Reino. Jesús resucitado la ha transformado; ahora anuncia el Evangelio de Jesús, pasando, como Él, cerca de los que sufren con la bondad y la ternura. Gracias, Jesús. Tu Vida está en mi vida. Gracias por el fuego de tus testigos.  
Los dos corrían juntos. Buscar a Jesús junto con otros. Una mujer les ha despertado la sed, les ha ungido con la alegría. Ahora viven la resurrección buscando la Vida. La vida de Jesús no se puede guardar en un sepulcro; Él está para iluminar las situaciones límite. El amor de Jesús no se puede esconder dentro, hay que comunicarlo; de otro modo, se volvería amargo el corazón. Gracias, Jesús, por los compañeros de camino. El amor y la esperanza de mis hermanas y hermanos me ayudan a caminar.
El que había llegado primero al sepulcro: vio y creyó. El discípulo llega, ve y cree. Ve su corazón, acariciado por Jesús. Ha sido necesario un recorrido interior para percibir en la entraña la gracia del Amigo. El encuentro con Jesús resucitado es más vivo y profundo que el impacto del sepulcro vacío. Cuando uno ama, todo le habla del Amado. Dios ha resucitado a Jesús y nos lo ha hecho ver. La presencia de Jesús es ahora de otra manera, más viva, más íntima y personal. Llega el momento de vivir la novedad sorprendente sobre la que se levanta la vida cristiana. Despierta, Jesús, en mí el deseo del encuentro contigo; abre mi corazón a la Vida que nace de ti.
Hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos. Dios estaba de una forma única en la historia de Jesús; el Crucificado tenía razón. Todo lo suyo tiene sentido para nosotros. Su voz nos ha levantado del suelo. No estamos solos en la tarea de la nueva humanidad. Sus pasos alientan para siempre nuestro caminar. Es la hora de la alegría. ¡Qué alegría creer en ti, Jesús!   
¡Feliz Pascua de Resurrección¡


P.Pedro Tomas Navajas, (OCD)

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