Lectura orante del Evangelio: Lucas 21,25-28.34-36
“El amor no ha de ser fabricado en nuestra imaginación, sino probado por
obras” (3Moradas 1,7).
Habrá señales en el sol…, y en la tierra, angustias de las gentes. Los signos de
los tiempos están ahí, delante de nuestros ojos orantes: crisis de todo tipo,
cuerpos mutilados en una tierra herida, enfermedades, muerte, pueblos enteros
humillados por el ansia de poder... No queremos ni podemos esconderlos. En
nuestro camino parece que todo se derrumba, crece la angustia, no hay
esperanza. La humanidad pasa por una terrible noche de sentido. Pero, a pesar
de todo, nada es más fuerte que nuestra fe en Jesús. Él está en medio de
nosotros, ha apostado por nosotros. Su Espíritu suscita señales de vida, que
muchos acogen y convierten en proyectos solidarios de nueva humanidad. Creo en ti, Jesús, y por eso confío y
espero.
Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y
gloria. La fe que más agrada a Dios es la esperanza, porque sabe interpretar los
signos como confianza y disponibilidad, tarea misionera y compromiso. En esto
consiste nuestro Adviento: en mirar al mundo, porque es nuestro, y en mirar
también a Jesús, porque es lo más nuestro, lo que se nos ha dado y no se nos
quitará. Solo hay un camino para no caer en la angustia y en el miedo: creer en
Jesús como presencia siempre renovada, esperar de Él la salvación. La imagen
más fuerte para nuestra oración es la venida de Jesús. Sal a mi encuentro, Jesús; Sin Ti me encuentro desvalido/a.
Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza
porque se acerca vuestra liberación. Palabras fuertes, esperanzadoras, con las
que Jesús nos atrae hacia Él, con las que el Espíritu nos fortalece y consuela
en medio de la prueba. ¡Qué fuerza tan liberadora tiene este mensaje! Hay
muchos finales de muerte, pero la meta última es un final de vida, la aventura
humana acabará bien porque Dios ama al mundo y ha probado su amor con obras.
Frente al pánico está el ánimo animoso del que Dios es tan amigo; frente al
cruzarse de brazos está el compromiso por un mundo más humano. Jesús ha creído
en nosotros, por eso creemos en nosotros, en su reino dibujado en nuestras
entrañas. Solo Tú me liberas, Señor
Jesús. Gracias.
Estad en vela, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza… y podáis
estar en pie delante del Hijo del hombre. Despiertos en medio de
la noche, orantes siempre, libres para tomar opciones creyentes en esta hora.
No decidimos movidos por el miedo sino urgidos por la esperanza. Merece la pena
preparar la Navidad con el Adviento, sin frivolidad ni excesos, con esa
sencilla locura de amor de María y José y de todos los pequeños de la tierra. Todo lo miro con una clave: tu amor fiel y
gratuito, Jesús. Así te espero. De pie. Con alegría. Marana tha. Ven, Señor
Jesús.
P. Pedro Tomas Navajas, OCD.


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