
Lectura orante del Evangelio: Marcos 4,26-34
El reino de Dios se parece a un hombre que echa
simiente en la tierra. ¡Qué maravilla! ¡Qué bien dicen estas parábolas lo
que es la oración! Semilla y tierra abrazándose en la hondura, propio
conocimiento y grandeza de Dios mirándose de cerca, Dios y hombre caminando
juntos, y el Reino abriéndose paso en la historia. Cuánto enseñan estas Aunque
el mal mete mucho ruido, la tierra está sembrada de semillas de Evangelio.
Jesús las ha sembrado. Un misterio de amor lo penetra todo. Está el Espíritu;
hay esperanza. Podemos mirar la vida de otra manera, podemos sembrar con la
humildad del sembrador, porque nada se pierde. Jesús, te ofrezco el pequeño espacio de mi vida, para que sigas
creando. Vísteme con tu alegría.
La semilla germina y va creciendo, sin que él sepa
cómo. ¡Jesús, viviéndonos por dentro! Eso es orar. Un
amor, que acorta las distancias. Jesús, ser que no se acaba, y nosotros, seres
tan finitos, juntos. Sin saber cómo, la presencia de Jesús va creciéndonos por
dentro. Con la humildad de quien sabe que no son sus fuerzas, sino la fuerza de
Jesús, la que va embelleciendo nuestra nada. Él es el protagonista silencioso
de nuestra oración. A nosotros nos toca esperar con paciencia, confianza,
serenidad. Jesús, tú llevas mi vida. Yo
me siento feliz de que vivas en mí.

La tierra va produciendo la cosecha ella sola. No
sospechábamos que la tierra tuviera dentro tanta belleza sembrada. Es el Señor
quien lo ha hecho. El silencio, habitado por una sementera fecunda, rompe a
cantar. La tierra reseca se llena de flores; la esperanza, reprimida por la
angustia, se levanta y camina. Surge la alegría. Todo lleva el sello de Dios.
Es hora de reflejar en la vida lo que estaba escondido y fecundo en el corazón.
Jesús, todo lo tuyo es gratuito. Por
todos los poros me brota el asombro.

¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? Con un
grano de mostaza. Dios, hecho a nuestra medida. El Reino de Dios
hablando nuestro lenguaje, encarnado en nuestra carne. ¡Qué fuerza tiene Dios en
lo pequeño! La oración es abrirse a Dios, dejar que Él sea y haga su obra en
nosotros, sabiendo que brotará la vida. El Reino es sembrar algo muy pequeño en
el corazón, es buscar caminos nuevos con la humildad y confianza de Jesús. Hágase en mí, tu palabra, Señor. Hágase.
Es la semilla más pequeña, pero después brota, se
hace más alta que las demás hortalizas. Cuando la
casa está sosegada, en el más profundo centro, Dios es amigo de dar. Su
presencia en los adentros hace que estalle la vida en nosotros. Todo es gracia.
El fruto desborda las expectativas de lo sembrado. Podemos contar y cantar la
historia de otra manera, con la música de las bienaventuranzas. En mi pequeñez haces maravillas, Entras en
mi tierra y me llevas a un hogar de alegría. Gracias, Señor.
P. Pedro Navajas ocd
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