viernes, 6 de abril de 2012

TRIDUO PASCUAL

JUEVES SANTO
Inicio del grande Triduo Pascual con la celebración de la Cena del Señor que actualiza aquella cena, la última que Jesucristo celebró con sus discípulos, en la que, en un gesto de infinito amor, infinita ternura, entrega total, libre, amorosa, nos entregó tres hermosos regalos: su Cuerpo y Sangre eucaristizados, el sacerdocio y el mandamiento del amor.
Para agradecerle tanto amor y  misericordia el corazón humano en Jueves Santo inventa y crea los más hermosos altares y monumentos donde miles y miles de fieles van a visitarle a Jesús, adorar, cantar, rezar... al Amor de los amores.

Altar monumento en el Templo de Santa Teresa, en Potosi, preparado con amor, alegría y dedicación por las parejas Roberto y Susana, Freddy y Edith.

P. Giovanni López preside la Solemne Eucaristía.

La joven Katia, monitora de esta celebración.

La Sra. Edith proclama la Palabra narrada en el libro del Éxodo que nos hace revivir la alianza de amor de Dios con el pueblo elegido.

El Sr. Roberto al proclamar la segunda lectura en la que San Pablo nos hace recuerdo del pedido de Jesús para que celebremos el misterio de su entrega salvadora hasta que Él vuelva.



El Señor, habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo. ¿Comprenden lo que he hecho con ustedes (por ustedes)?... ¡Quién nos diera comprender lo que Dios en Cristo ha hecho por nosotros! Danos, Señor, comprender tu incomprensible gesto de servicio al lavar los pies de tus apóstoles y, también de Judas...




Niños, jóvenes, personas mayores que participaron del rito del lavatorio de los pies.

El Templo se llenó de fieles que participaron con mucho fervor en la celebración eucarística.

 ¡Quién nos diera comprender el misterio de la encarnación del Verbo! ¡Quién nos diera comprender lo que está sucediendo en esta última cena cuando Jesús toma el pan y el vino y pronuncia unas palabras solemnes! 
"Este es mi Cuerpo. ¡Tomen y coman!"

"Esta es mi Sangre. ¡Tomen y beban!"
 Quien experimenta el amor de Cristo no queda igual, no puede quedar igual.

Seguido de la celebración eucarística tuvo inicio la adoración al Santísimo Sacramento.

Miles de personas de todas las edades visitaron a Jesús Eucarístico en los diferentes Templos de la ciudad de Potosí. 

Expresiones de fe, de confianza, de adoración... en un clima de orden, de silencio, de oración...

Hasta media noche del Jueves la gente seguía en procesión hacia Jesús Sacramentado.

Santa Teresa de Jesús, que tenía un gran amor por la humanidad de Jesucristo, exclamaba de forma muy singular: “¡Oh qué buen amigo eres, Señor! Cómo sabes esperar a que alguien se adapte a tu modo de ser, mientras tanto Tú toleras el suyo. Tomas en cuenta los ratos que te demuestra amor, y por una pizca de arrepentimiento olvidas que te ha ofendido. No comprendo por qué el mundo no procura llegar a Ti por esta amistad tan especial. Los malos hemos de llegarnos a Ti para que nos hagas buenos, pues por el poco tiempo que aceptamos estar en tu compañía, aunque sea con mil deficiencias y distracciones, Tú nos das fuerzas para triunfar de todos nuestros enemigos. La verdad es que Tú, Señor, que das la vida a todo, no la quitas a ninguno de los que se fían de Ti.” (Santa Teresa de Jesús, Libro de la vida Cap. 8, 9).

VIERNES SANTO
"Padre, mi Padre, si Tu quieres, haz que no tenga que beber este cáliz, pero no se haga lo que quiero Yo, sino lo que Tú quieres. Sí, Padre."

"Por amor Yo di mi vida, y fue por ti, lo ves. Y he venido a decírtelo otra vez".

"Este es el árbol de la Cruz donde estuvo suspendida la salvación del mundo"
"¡Vengan y adoremos!"

“Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca”. 

 "Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos" (Jn 15, 13).
Con devoción y reverencia las personas adoran a Cristo en la Cruz.

 "Nadie me quita la vida; yo la doy voluntariamente" (Jn 10, 18).

La inocente pureza de esta niña consuela el corazón partido de Jesús en la cruz.
 La contemplación de Cristo muerto en cruz nos confunde, pero al mismo tiempo nos adentra en el amor y en el sentido de la propia existencia. Mi vida vale el cuerpo y la sangre del Hijo de Dios; mi vida ha sido objeto del increíble amor del Padre de las misericordias. Por eso, mi vida tiene enorme valor en la historia de la salvación. 



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