domingo, 11 de marzo de 2012

DOMINGO III DE CUARESMA

Una preciosa reflexión para el Domingo tercero de Cuaresma


Lectura orante del Evangelio: Marcos 9,2-10

“Seáis bendito, mi Dios, por siempre jamás, que en un momento deshacéis un alma y la tornáis a hacer. ¿Qué es esto, Señor?” (Fundaciones 22,7).  
‘No convirtáis en un mercado la casa de mi Padre’. Comenzamos nuestra oración prestando atención a nuestra vida, mirando con calma nuestra interioridad. ¿Cómo nos vemos por dentro? ¿Qué es lo que encontramos? En un segundo momento, pedimos a Jesús, Él nos conoce y nos ama como nadie, que se asome a nuestro corazón y nos haga ver lo que llevamos de falsedad, de vacío, de egoísmo, de muerte. Si en nuestra casa interior los demás no son acogidos ni se sienten en familia, si nosotros no queremos entrar y malgastamos la vida viviendo en las afueras, si Jesús se siente extraño, no podremos agradar a Dios. Sin espíritu y verdad, sin paz y alegría, sin solidaridad y servicio a los más pobres, no hay oración verdadera. Una oración sin amor no puede comprar a Dios. La pobreza, la verdad, la sencillez compran los ojos de Dios. Tú, Señor, que sondeas y conoces mi corazón, dime si mi camino se desvía y guíame por el camino recto. 
‘¿Qué signos nos muestras para obrar así?’ ¿Por qué Jesús se mete en nuestra casa, hace y deshace como le place? ¿Por qué no nos deja solos, a nuestro aire y antojo? La única razón, el único signo, es el amor. Una alianza de amor le quema las entrañas y le impide quedarse cruzado de brazos. Por amor está dispuesto a dar la vida en una cruz crucificado, para que nos nazca, como un milagro, la vida nueva. Por amor se hace anunciador del evangelio en los caminos, alentando una nueva humanidad, más solidaria. Por amor limpia nuestro corazón y lo capacita para un encuentro amoroso con el Padre. Estás loco de amor por mí, ¿cuándo lo entenderé? Te interesa mi alegría más que a mí. Amas mi vida y me propones entregarla en gratuidad, como Tú.
‘Destruid este templo y en tres días lo levantaré’. Ya es tiempo de mirar a Jesús crucificado; su entrega es fuerza y sabiduría de Dios para este mundo. Ya es tiempo de mirar su rostro torturado y llenar en su fuente, que mana y corre, nuestro cántaro. Ya es hora de descubrir que no le ha quedado nada por hacer para levantar nuestra dignidad perdida y recrear nuestra belleza pisoteada. Jesús, grano de trigo, muere en tierra y a nosotros nos levanta como templo vivo para adorar al Padre, como casa de acogida para escuchar el dolor de los que sufren, como eucaristía para compartir el pan con los pobres. Gracias, Jesús. Contigo, todo comienza de nuevo.
Cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús. El nuevo templo para adorar al Padre es Jesús resucitado. La nueva alegría para todo corazón herido es Jesús resucitado. La nueva familia donde los pueblos se reúnen como hermanos es Jesús resucitado. La vida, con Jesús, está de estreno. Te doy mi fe, Señor Jesús.
P. Pedro Navajas ocd

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