sábado, 10 de diciembre de 2011

ADVIENTO: TERCERO DOMINGO

El tiempo de Adviento avanza, ya estamos en el tercero Domingo. El nuevo Sol, Jesucristo Salvador ya despunta en el horizonte disipando las tinieblas de nuestro mundo, de nuestro corazón. ÉL es la Luz verdadera, el SOL sin ocaso. Ven, Señor Jesús, iluminar, dar calor y vida al corazón humano!


Juan, el Bautista, cuya figura vuelve a aparecer en la liturgia de este domingo, es un verdadero testigo de la Luz que es Cristo. Su ser, su identiad y vocación tienen su origen en aquel que es la LUZ y la fuente de la luz. Juan será la "antorcha" que enciende su fuego en Jesús para poder ser su testigo, su intèrprete y su porta voz.


En este domingo encendemos la tercera vela de la corona de Adviento:
LA LUZ DEL PERDÓN.
En un momento de silencio pensaremos en las personas a las que no hemos perdonado, pediremos a Dios que nos ayude a perdonarlas y durante la semana buscaremos realizar un gesto de amistad con esa persona dándole a entender que la hemos perdonado. Jesús échanos una mano, que queremos perdonar como tú nos perdonas siempre.
En estos días en que nos estamos preparando de una forma más intensa para el Nacimiento de Nuestro Señor, tendríamos que preguntarnos ¿cuántos corazones, por mi omisión, por mi falta de delicadeza, por mi falta de preocupación, quedarán sin encontrarse con Dios? ¿Cuántos corazones en las familias, cuántos corazones en el ambiente, cuántos corazones en el ámbito laboral y social no van a saber que Cristo nace para ellos y por ellos? ¿No va a haber nadie que se los enseñe, no va a haber nadie que les predique el camino de la Salvación?
¡De qué poco nos serviría decir que valoramos mucho el don de Cristo que viene en esta Navidad si no lo transmitiéramos, si no lo diéramos a los demás! ¡De qué poco serviría que dijéramos que queremos ser estos profetas del Altísimo que van delante del Señor para preparar sus caminos, si nuestra vida no se transforma, si nuestra vida no recibe esa visita de Dios, si nuestra vida no quiere ser recibida por Cristo nuestro Señor! No se puede, es imposible. Antes que redimir a otros, hay que redimir mi corazón, hay que cambiar mis actitudes, hay que cambiar mi comportamiento. Tengo que ser el primer redimido. Tengo que redimir mi corazón, tengo que cambiar mis actitudes, tengo que ser el primero que acepta a Cristo como el que me salva de mis pecados, como el que me salva de mis fragilidades.
Con la Virgen María que espera silenciosa la llegada del Hijo que Dios le confió, nosotros también en esta tercera semana de Adviento vamos a tener momentos de silencio para rever nuestras actitudes y cambiar todo lo que no nos permite acercarnos a Jesús y a los demás. Pues la Navidad sólo se hace realidad en la fraternidad y verdadera amistad.



Que a través de nosotros la presencia de Cristo pueda florecer en el mundo en esta Navidad y siempre.


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