viernes, 8 de noviembre de 2019


SANTA ISABEL DE LA TRINIDAD

8 de noviembre

El 18 de Julio de 1880 nace en un campo militar de Avor, cerca de Bourges (Francia). Su familia está inquieta porque los médicos han dicho que el bebé no podrá salvar su vida. María Rolland, su mamá, espera su primera hija. Todos rezan y se ofrecen misas por la nueva criatura. En contra de todos los pronósticos la niña llega a este mundo “muy hermosa y vivaracha”. Cuatro días después, el 22 de julio, es bautizada con el nombre de Isabel Josefina.

La señora Catez se ha dado cuenta del talento musical de su hija. La inscribe en el Conservatorio a los siete años. Isabel pasa muchas horas en el piano. No va a la escuela porque las instituciones del estado son demasiado laicas, en cambio recibirá la formación más elemental en casa.

El 19 de abril de 1891 es la Primera Comunión. Sus cartas nos revelan la experiencia de ser amada y darse. “Este gran día nos hemos dado por completo el uno al otro” (C 178). Gozo, alegría, saciedad, plenitud, belleza, música interior…son las realidades que siente en su corazón.

El 2 de agosto de 1901 entra en el Carmelo. Una vida dedicada por entero a la oración. Una comunidad de hermanas que viven el ideal de santa Teresa. Una sencillez en el uso de las cosas y en el trato con las personas. Un ideal apostólico que amplía sus horizontes al mundo entero. El Epistolario refleja de una forma maravillosa sus primeras impresiones. “No encuentro palabras para expresar mi dicha”, “aquí ya no hay nada, sólo Él…Se le encuentra en todas partes, lo mismo en la colada que en la oración” (C 91).



El 11 de enero de 1903, domingo y fiesta de la Epifanía, ante la comunidad carmelitana de Dijon, Isabel pronuncia sus votos religiosos. Se siente invadida por Dios, por su abundante gracia, un derroche.

Sus experiencias religiosas son alimentadas por sus lecturas. El Nuevo Testamento tiene un lugar privilegiado en su mundo espiritual, muy especialmente las cartas de san Pablo, a quien llamará “padre de su alma”. Las páginas de san Juan de la Cruz han ejercido una influencia considerable en el camino de la unión con Dios.

El año 1904 es muy significativo. El 21 de noviembre Isabel lo pasa ante el Santísimo. Por la noche redacta una oración, que es expresión de su entrega al Dios Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Dice así:

“¡Oh, Dios mío, Trinidad a quien adoro! Ayudadme a olvidarme enteramente para establecerme en Vos, inmóvil y tranquila, como si mi alma estuviera ya en la eternidad. Que nada pueda turbar mi paz, ni hacerme salir de vos, ¡mi Inmutable!, sino que cada minuto me haga penetrar más en profundidad de vuestro misterio. Pacificad mi alma, haced de ella vuestro cielo, vuestra morada amada y el lugar de vuestro reposo. Que no os deje allí jamás solo, sino que esté allí toda entera, completamente despierta en mi fe, en adoración total, completamente entregada a vuestra acción creadora”.




Ella ha descubierto su vocación en la Iglesia: ser para Dios “una alabanza de gloria” (Ef 1,6). Hasta tal punto que esta mística francesa lo toma como un nombre simbólico, laudem gloriae, “alabanza de gloria”.

Los días 7 y 8 de noviembre está en silencio. Las últimas palabras que le oyeron sus hermanas de comunidad fueron: “Voy a la Luz, al Amor, a la Vida”. En el amanecer del 9 de noviembre de 1906, deja de respirar, la ciudad de Dijon está tranquila. Las que estaban allí presentes se dan cuenta que Isabel ha emprendido el viaje a la Trinidad que tanto amó en la tierra y como un profeta nos llama a cada uno a disfrutar de su Presencia en lo cotidiano de la vida.

ORACIÓN
Oh Dios, rico en misericordia,
que descubriste a
Santa Isabel de la Trinidad
 el misterio de tu presencia secreta
en el alma del justo
e hiciste de ella
una adoradora en espíritu y verdad,
concédenos, por su intercesión,
que tambi
én nosotros,
permaneciendo en el amor de Cristo,
merezcamos ser transformados
en templos del Espíritu Santo de amor,
para alabanza de tu gloria.

Por Cristo nuestro Señor.
Amén.


Pensamiento y doctrina de Santa Isabel de la Trinidad

Me parece que mi misión en el cielo consistirá en atraer las almas al recogimiento interior. La auténtica unión divina no está en las dulzuras espirituales sino en el desprendimiento y en el dolor. La Virgen me parece más imitable que cualquier santa. Su vida era tan sencilla...
  • He hallado mi cielo en la tierra pues el cielo es Dios y Dios está en mi alma. EP 110.
  • Mi ideal consiste en ser la Alabanza de su gloria. EP 232.
  • Qué importa estar en el cielo o en la tierra. Vivamos en el amor para glorificar al Amor.
  • Cuanto más cerca se vive de Dios más se ama. EP 53.
  • Las almas penetran en Dios mediante la fe viva y allí, simplificadas y en paz, El las conduce por encima de las cosas y gustos sensibles hasta la tiniebla sagrada quedando transformadas en imagen de Dios. Esas almas viven, según la expresión de San Juan, en sociedad (Jn. 1,3) con las Tres adorables Personas, en comunión de vida. En esto consiste la vida contemplativa. Es una contemplación que conduce a la posesión. Ahora bien, esta posesión simple es la vida eterna disfrutada en el abismo sin fondo. Es allí, donde por encima de la razón, nos espera el profundo reposo de la inmutabilidad divina. (Tratados Espirituales, día 4to del Manuscrito “A”)
  • Me parece que mi misión en el cielo consistirá en atraer las almas al recogimiento interior. La auténtica unión divina no está en las dulzuras espirituales sino en el desprendimiento y en el dolor. La Virgen me parece más imitable que cualquier santa. Su vida era tan sencilla… Cuando se ama, se desea el bien para la persona amada. Presiento que mi misión en el cielo consistirá en atraer las almas, ayudándoles a salir de ellas mismas, para unirse al Señor a través de un movimiento sencillo y amoroso, y conservarlas en ese gran silencio interior que permite a Dios imprimirse en ellas, transformarlas en El mismo. EP 295
  • Todo depende de la intención que se tenga. Podemos santificar hasta las cosas más pequeñas y transformar en divinos los actos más ordinarios de la vida. EP 275
  • ¡Amar! Es tan sencillo… Es entregarse a los designios de su voluntad divina como El se entregó a la voluntad del Padre. Es permanecer en El porque el corazón del que ama ya no vive en sí sino en Aquel que es el objeto de su amor. Es sufrir por El, aceptando alegremente todos los sacrificios e inmolaciones que nos permiten agradar a su Corazón. EP 257

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