Lectura orante del
Evangelio: Juan 18,33-37
“Veo secretos en
nosotros mismos que me traen espantada muchas veces. Y ¡cuántos más debe haber!
¡Oh Señor mío y Dios mío, qué grandes son vuestras grandezas!” (4 Moradas 2,5).
Preguntó Pilato a
Jesús: ‘¿Eres tú el rey de los judíos?’ Pilato, un hombre
escéptico acerca de lo que es la verdad, pregunta a Jesús si es rey. Nosotros,
que caminamos tras los pasos de Jesús, que queremos aprender de su manera de
vivir tan distinta y sorprendente, nos preguntamos quién es el rey de nuestra
vida, quién o qué ocupa el centro de nuestro corazón. Vueltos a Jesús, con la
alegría de la fe, le decimos que queremos estar con Él para vivir con Él.
Entramos en la oración para entrar en el reino, que está dentro de nosotros. Creo en ti, Jesús. Tu reino da sentido a mi
vida.
Jesús le contestó: ‘Mi
reino no es de este mundo’. Orar es dejar nuestra mentalidad vieja y aceptar la
lógica de Jesús. El reino de Jesús no se impone desde fuera con la fuerza y el
poder, con la injusticia y la mentira; se abre camino en el corazón y se hace
presente en medio de las gentes como un perfume de alegría y un destello de
verdad que no tendrán fin. El trono del reino de Jesús es la cruz; de ahí nace
la misericordia para con los débiles, la salud para los enfermos, la dignidad
para los excluidos, el pan para los hambrientos. Jesús, te doy mi corazón; reina en mí.
‘Con que, ¿tú eres
rey?’ ¿Es posible que un pobre que prefiere a los pobres sea rey? ¿Es posible que
un condenado a muerte sea libre? ¿Es posible que un despojado de todo siga
teniendo y dando dignidad? ¿Es posible que, sin empuñar armas, solo con
palabras y hechos de vida, se abra camino un reino de solidaridad? Es posible,
aunque sean extrañas esas maneras. Ningún poder puede apagar la voz de Jesús,
que grita verdad y vida, gracia y justicia, amor y paz.Me apunto, Jesús, a tu reino.

‘Todo el que es de la
verdad, escucha mi voz’. La oración es una escuela de verdad. Nos acercamos a
Jesús, cerramos el oído para no oír la mentira, escuchamos la verdad por la que
Jesús ha dado la vida. El Espíritu pone en sintonía nuestro deseo hondo de
verdad con la verdad limpia de Jesús. En nuestro corazón se produce el abrazo.
La luz se extiende, se prepara la coherencia de vida. Voy contigo, Jesús.
P. Pedro Tomas Navajas, OCD.
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