Domingo de la Santísima Trinidad
Lectura orante del Evangelio: Marcos 2,1-12
“¿Qué temes? ¿Cuándo te he yo faltado?... ¡Oh gran
Dios, y cómo son diferentes vuestras palabras de las de los hombres!“ (S.
Teresa, Fundaciones 29,6).
Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la
tierra. Invitados por Jesús, alentados por su pleno poder,
entramos en el día del gran misterio. Al descubrir que somos tan amados, al ver
cómo el amor desciende a nuestra nada y la engrandece, al comprobar que la
Trinidad se comunica con nosotros, quedamos asombrados y nos brota, como una
fuente, la adoración callada y el amor agradecido. Me descalzo ante Ti, Trinidad Santa, me sumerjo en tu misterio de amor,
entro en tu fiesta. Te adoro.
Id y haced discípulos de todos los pueblos. Tanta
generosidad gratuita de la Trinidad, grabada en nuestras entrañas por el
bautismo, se asoma en el envío misionero de Jesús. ¿Cómo puede estar oculto
tanto amor? El amor tiene prisa por salir a dar a conocer el misterio de la
Trinidad, siempre volcada a favor del ser humano. Los pueblos tienen derecho a
oír esta historia de amor. El sentido de
mi vida está en Ti, Trinidad Santa. Gracias por hacerme testigo estremecido de tu
amor. Alabo tu gloria.
En el nombre del Padre. El núcleo
de nuestra fe es un Dios trinitario; su misterio último es amor. La Trinidad es
mucho más de lo que se puede imaginar. Cuando vivimos, la Trinidad es nuestra
vida. Cuando oramos, decimos Padre, el que engendra a la vida a todos los seres
humanos. Al acoger su amor, una llama viva se enciende en nuestro corazón. Gloria a ti, Padre. Que nada me haga salir
de tu acción creadora.
Y del Hijo. El Hijo es
buena noticia, amigo de todos. Nacido pobre entre los pobres, es el humilde
Dios, que no vino a juzgar sino a abrir caminos de comunión. Cercano a los
pecadores, atento a los que sufren, profeta del misterio que hace vivir. Puso
rostro humano a la Trinidad y llevó su fragancia por los caminos. Gloria a ti, Jesús amado. Tú siempre me
traes la vida. Quiero pasar la vida escuchándote, amándote.
Y del Espíritu Santo. El
Espíritu es el mejor amigo del ser humano. Con su gracia llena el universo de
belleza. Con sus inspiraciones hace crecer en cada uno de nosotros la vida de
comunión con Dios. Desde lo escondido nos hace intuir el amor. Con sus dones
hace florecer la bondad del corazón y la entrega de sí a los demás. ¡Qué gran
don y qué gran misterio! Gloria a ti, Espíritu
Santo. Escóndete en mí y enciende en mi corazón la llama de tu amor; asómate en
mi vida.
Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días,
hasta el fin del mundo. La Trinidad es presencia inalterable y definitiva
en el corazón. Se comunica con nosotros y deja pistas para crear un mundo
nuevo. Hace de los orantes interioridad habitada, realiza en ellos maravillas
porque su adoración tanto alcanza cuanto espera. Tú, Trinidad, mi Todo, siempre me esperas en el corazón de la vida. Gracias
por siempre, Amén.
. ¡Feliz
fiesta del Santo más grande del cielo!
P.
Pedro Navajas ocd
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