En el itinerario cuaresmal hacia la Pascua la Liturgia del segundo Domingo nos presenta el episodio de la Transfiguración del Señor, que es como una invitación para alentarnos en el camino marcado por el dolor, la oscuridad, la inseguridad, el miedo... Jesús, en el misterio de su Transfiguración, nos dice que estamos llamados a la Luz, a la Belleza, al Amor, a una transformación radical y total de nuestro ser. Y que ÉL es el Camino hacia la meta.
"Te has transfigurado en el monte, oh Cristo Dios, mostrando a tus discípulos tu gloria, según sus capacidades. Haz resplandecer sobre nosotros también tu luz; por las plegarias de la Madre de Dios. Oh dador de luz, gloria a ti".
Jesús se lleva a tres amigos al monte –en ellos estamos nosotros- para vivir una experiencia fuerte de oración. Jesús pretende dar a la vida un porqué profundo que nos oriente, un germen de felicidad y de belleza para el que fuimos creados, una alegría que se asome en el servicio a los otros
.Al mirar a Jesús, a quien la belleza y alegría del Padre le salen por todos los poros de su cuerpo, la niebla de nuestro corazón queda vencida por la luz.
De Jesús dan testimonio la ley (Moisés) y los profetas (Elías). Los dos son amigos de Dios, hombres de las montañas y de la oración, el hombre del Sinaí (Moisés), el hombre del Carmelo y del Horeb (Elías).
Los dos buscaron el rostro de Dios, pero no lo vieron; ahora lo contemplan en el rostro de Cristo, que es imagen del Padre.
Nosotros al igual que ellos, buscamos incansablemente el rostro de Dios. Si seguimos perseverantes, con determinada determinación, nuestro camino de búsqueda, llegaremos a contemplar eternamente el rostro divino y esa contemplación nos saciará plenamente.
Salió una voz de la nube: ‘Este es mi Hijo amado; escuchadlo’. La oración es para poner los ojos en Jesús, abrir el oído y escuchar su palabra, para centrar en Él la atención sin obstáculos que lo impidan. ¡Tiene tantas cosas que contar, tanto amor guardado para el mundo, tanta alegría para sembrar en los corazones heridos!
Jesús se sabe enamorado del Padre y camina enamorado de las personas. Ésa es su oración y su vida, su pasión y su fuente, su alegría y su entrega. Del orgullo pretencioso de verlo todo desde el yo, podemos pasar a la humildad de verlo todo a la luz de Jesús.
Jesús, ¡qué bueno es estar junto a Ti! Mirarte me trae vida, transparencia, lucidez, paz, gozo, comunión. Haz brotar en mi corazón la alegría, la sabiduría, la esperanza, la belleza pura y verdadera..
Transfigúrame.
¡Gracias, Jesús!
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